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La crisis concentra el poder decisorio de la banca española

Los presidentes de los siete grandes bancos españoles se reúnen mensualmente para comer, y los de los cuatro primeros lo hacen semanalmente para decidir. Durante los dos últimos meses han sido tan frecuentes las reuniones, al máximo nivel, entre los cuatro grandes -Banesto, Central, Hispano y Bilbao- que han deslucido el poder real del tradicional "club de los siete", que incluye además al Vizcaya, Santander y Popular (en este orden, según sus depósitos). La crisis económica ha concentrado el poder decisorio en manos de los cuatro grandes, aproximándolos entre sí.La crisis industrial puso a menudo de manifiesto los distintos planteamientos defendidos por cada uno de los siete bancos, según le había ido a cada cual en sus empresas y según el grado de participación que habían tenido en el proceso de industrialización. Con la llegada de la crisis energética, los dos grandes motores del desarrollo industrial de los años sesenta -el Estado y la banca privada- comenzaron a tirar la toalla y a retirarse paulatina y parcialmente. La inversión quedó congelada y se inició en algunos casos un rápido proceso de desinversióm

La cacareada, celebrada y vieja solidaridad bancaria, que -si alguna vez existió- se fue al traste con la ruptura del statu quo del sector y la carrera desenfranada por la expansión, la pasión por el ranking y la multiplicación de lujosas oficinas, quedó claramente deshecha cuando los "siete grandes" trataron de afrontar solidariamente la crisis bancaria, primero, y la crisis industrial que la había desencadenado, después. Como los grandes banqueros de esta cofradía suelen hablar, respetuosamente, por orden de depósitos, los tres de la cola acabaron por disentir a menudo de algunos planteamientos del pelotón de cabeza. El reciente tema del ajuste financiero de Altos Hornos de Vizcaya puso al descubierto, por ejemplo, las diferentes actitudes y estrategias del Banco de Vizcaya, con su sigularizado invento de la quita, frente a sus hermanos mayores, Banesto, Central y Bilbao, más clásicos en el reparto de la carga.

Al cabo de un tiempo prudencial, los famosos almuerzos de los siete grandes, aparte de rodearse a veces popularmente con fantasías de Las mil v una noches, terminaron por ser poco efectivos a la hora de adoptar decisiones importantes. Se fueron dibujando en el horizonte dos grupos claramente diferenciados: los que habían adquirido compromisos industriales importantes con el país y los que habían presumido siempre ostensiblemente de no haberse equivocado al permanecer como bancos puramente comerciales, sin mezcla de mal industrial alguno. Es el caso de los presidentes del Banco de Santaner, Emilio Botín, y del Popular, Luis Valls Taberner, que pasarán a los anales de la historia como "banqueros puros". El Banco de Vizcaya, en cambio, comprometido en el desarrollo de empresas industriales durante las vacas gordas, decidió abandonar rápidamente sus carteras y librarse del maleficio industrial.

Inspiración del centro-derecha

Los cuatro grandes disponen de la mitad del mercado bancario si sumamos sus recurs os ajenos, y los dos primeros, pisándose los talones, suman el treinta por ciento. Poco a poco acabaron viéndose casi semanalmente para resolver temas concretos y desarrollaron una estrategia casi conjunta en materia de largo plazo, incluyendo en ella, aunque tímidamente, los temas de mayor beligerancia política. La llegada al poder del socialista François Mitterrand en Francia, la descomposición de UCD y el avance del PSOE en las encuestas debieron recorrer como un escalofrío la espalda de los banqueros. Decididos a tomar partido más activo en las próximas elecciones, han sugerido o inspirado una opción de centro-derecha en la que ni siquiera Manuel Fraga es descartable.En el desarrollo de las tácticas políticas los cuatro grandes han dado entrada a los tres del pelotón de cola, convirtiendo los almuerzos mensuales -casi siempre en el Banesto y algunas veces en el Central- en vistosas reuniones políticas y/o sociales, con estrella invitada incluída, donde, según fuentes solventes, se discute de todo, pero no se decide más que lo previsto anteriomente por los cuatro del pelotón de cabeza. Entre los invitados han figurado el líder de la oposición, Felipe González; el presidente de UCD, Agustín Rodríguez Sahagún, a quien, por cierto tuvieron que parar los pies porque entró exigiendo; y, por último, el presidente de la CEOE, Carlos Ferrer Salat, a quien encomendaron la tarea de contribuir, primero, a la consolidación de una derecha presentable, y segundo y más importante para ellos, a frenar el supuesto avance de los socialistas. Lo que no han puesto en duda los siete grandes, en ningún momento, ha sido su firme voluntad de consolidar la democracia por dos claras razones: porque la banca es monárquica y porque tiene vocación internacional.

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