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Crece el acuerdo en UCD en torno a la división en dos partidos

Pese al hermetismo de Calvo Sotelo y Rodríguez Sahagún, que ayer se encontraron en la Moncloa, se tiene entendido que la entrevista fue a cara de perro y se insiste en la invariabilidad del planteamiento del presidente del Gobierno para obtener la dimisión de su antagonista. La alternativa que contempla es la de abandonar la Presidencia del Gobierno. Las referencias protocolarias prefieren describir la conversación aludiendo a los temas tratados según una enumeración convencional: grupo parlamentario, partido del centro, Gobierno y demás cuestiones pendientes.La posición del presidente del Gobierno aparece inflexible en cuanto a su designio de desembarcar en la presidencia de UCD, aunque ahora vaya envuelta en compensaciones de carácter simbólico, afirmaciones de desagrado por la campaña antisuarista de algunos medios informativos y garantías de reprimenda al portavoz monclovita que suministró la versión de madrugada tras la primera entrevista de ambos presidentes.

Fuentes socialdemócratas que aún permanecen en UCD resaltaban ayer a EL PAIS la importancia de la institucionalización de los partidos. Coincidían con las declaraciones de Felipe González, insistiendo en la importancia del procedimiento en las democracias y con las estimaciones del líder socialista de que los congresos han de solicitarse cumpliendo los requisitos necesarios. Para las aludidas fuentes socialdemócratas es involutivo perjudicar la estructura de UCD o forzarla con ultimátum.

En medios políticos se ha valorado el encuentro de algunos ministros ligados a Martín Villa -Juan José Rosón, Jesús Sancho Rof-, a los que se atribuye la formulación de un requerimiento de clarificación al presidente del Gobierno en sintonía con las afirmaciones de Sahagún: primero, el proyecto político, y luego, el liderazqo. Esta finta encaja bien con la indecisión del momento y el talante político de los convocados,

El acuerdo en dividir UCD en dos partidos, uno coloreado por los democristianos y martinvillistas, y otro por los socialdemócratas y suarístas, es ya casi unánime, con independencia de cuál sea el resultado formal del pulso que mantienen Leopoldo Calvo Sotelo y Agustín Rodríguez Sahagún, reunidos ayer en la Moneloa por espacío de tres horas, y observantes, hasta el momento, de un pacto de silencio.

«Es necesario el bisturí», decían hace dos días fuentes de Arlabán, sede del comité ejecutivo centrista, y separar del partido el sector más duro de la plataforma moderada. Pero esa hipótesis de una UCD regenerada sobre patrones reformistas y progresistas se considera inviable, una vez advertida la capacidad de bloqueo desplegada por plataformistas y martinvillistas.

«Si arregláis la UCD, volvería a rellenar mi ficha», se cuenta que le dijo Francisco Fernández Ordóñez al presidente de honor, Adolfo Suárez, en su despacho de Antonio Maura. «Pero si os acaban de hacer la vida imposible ahí dentro», añadió, «con nosotros seréis bien recibidos». El vector democristiano, señalaba a EL PAIS Ordóñez, ha sido el más dañino: reclamaron la democratización antes del congreso de Palma, pero nunca creí en la sinceridad de sus demandas; lograron la dimisión de Suárez, y tampoco la consideraron suficiente. Su objetivo final no era otro que la voladura del centro para reconducir la situación hacia la derecha pura y dura, una vez que consideraron terminado el mal trago de la transición ».

Hay una UCD honorable, a la que están dejando sin sitio detrás de esas siglas bastardeadas por los plataformistas. Para Ordóñez, su repesca natural es la nueva fundación de Acción Democrática, el nuevo centro político sin lastres del pasado. No vale la pena la lucha encarnizada por unas siglas que han recibido tanto desprestigio y que tienen detrás un pasivo de más de 6.000 millones al que hacer frente, concluía Ordóñez.

Los hombres convencidos del centro reformista y progresísta se resisten a que ahora se destruya lo que estiman un logro histórico que ha hecho posible la transición y que ha evitado la división de España en dos. Además, no aciertan a ver la validez de los títulos que pueda tener, por ejemplo, Pío Cabanillas para llevar a cabo esta operación, más aún, después de que las elecciones gallegas hayan medido a los líderes.

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