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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El "label" sindical

Label es una voz inglesa que significa etiqueta, sello o membrete. Aplicado en el ámbito sindical, el label representa el control de calidad que ejercen los trabajadores sobre los productos a través de un sello de. garantía que les colocan en el momento de su envasado.El label sindical es, en síntesis, la acción directa de los trabajadores, que garantizan que el producto elaborado por la fábrica o empresa a la que pertenecen ofrece al ponerse a la venta las suficientes condiciones de higiene y calidad para que pueda ser consumido y además contiene los ingredientes que figuran en su etiqueta.

A pesar de que al lanzar la idea de su puesta en práctica ha aparecido como algo novedoso, el label es casi tan viejo como la práctica del sindicalismo organizado. Sería prolijo remontarse a sus orígenes y tímidas prácticas primigenias, por lo que vamos a continuar situándolo en el momento en que puede hablarse del label como una práctica seria del movimiento obrero moderno.

Búsqueda de otras alternativas

Los sindicalistas revolucionarios europeos, que heredan la tradición anárquica de la Primera Internacional, la legendaria Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), intentan buscar otras alternativas distintas al mesianismo de las huelgas, contrarrestadas por el lock-out patronal y la proliferación de las listas negras, encontrando procedimientos como el boicoteo, la huelga de celo (entonces llamada sabotaje), el ca'canny (bajo rendimiento) inglés y escocés y el labeL Este último es el menos conocido, y resulta difícil encontrar documentos que hagan alusión a esta práctica sindical. Es Emile Pouget, uno de los representantes más cualificados del sector anárquico de la Confederación General del Trabajo francesa (CGT), quien el 1 de diciembre de 1900 funda el semanario Voix du Peuple, y desde allí comienza a proponer la teoría y práctica sindicales. En este periódico aparece el trabajo "Label y boicot", que constituye todo un tratado de cómo llevar a la práctica estos dos métodos de acción obrera, que dieron un buen resultado en el país vecino. Para ello retorna la vieja idea de Pelloutier cuando anuncia que "el control obrero dará al proletariado conciencia de sus facultades intelectuales y de su dignidad, con el fin de no tomar más que de sí mismo la noción del deber social".

Cuando hoy la CNT lanza la idea de su puesta en práctica no nos guía la intención de asumir un protagonismo sindical exarcebado. Por el contrario, se trata de hacer un llamamiento a la participación, la solidaridad y la responsabilidad social e individual de los propios trabajadores. Estos participan directamente en todo el proceso de la elaboración y producción de los artículos y, en consecuencia, deben aceptar su responsabilidad de cara a la sociedad capitalista, una sociedad de consumo donde la función del trabajador queda enmarcada bajo las coordenadas productor-consumidor, por lo que buscar el control de calidad desde sus puestos de trabajo es algo que, de una manera ineludible, redunda en nuestro propio beneficio, puesto que, en definitiva, somos nosotros mismos los destinatarios de los productos.

Sin embargo, el reto está lanzado. Resta por saber cuál es su viabilidad, el cómo se puede conseguir. Para ello habría que atender a dos cuestiones esencialmente. La primera de ellas estaría en crear una corriente importante en la opinión pública para que exija el label como garantía de calidad, higiene y salubridad. La segunda será el planteamiento por parte de los sindicatos en las futuras negociaciones de los convenios del label, como reivindicación social de primera magnitud y medida de acercamiento de la labor específica sindical a otra que no se suele tener demasiado en cuenta, y que es la labor social que debe propugnar todo sindicato que se precie, en aras del mejoramiento de las condiciones de vida de todos.

Pero aún sigue quedando una duda: ¿quiénes deben sellar los productos? La respuesta parece obvia, aunque tiene sus complicaciones. Para la CNT deben ser los sindicatos, a través de sus secciones sindicales de empresa o fábrica, los que deben garantizar el control de calidad en los productos. ¿Por qué los sindicatos y no otros organismos, léase comités de empresa, por ejemplo? Porque los sindicatos son los organismos con entidad jurídica propia que representan, de cara a la sociedad, todo un organigrama comprensivo de los sectores de producción, y no quedan, por tanto, restringidos al mero marco de una empresa, factoría o centro de trabajo. Por contra, los comités de empresa son inestables, al estar mediatizados por la temporalidad de su gestión, la correlación de fuerzas, el acceso de cualquier persona a ellos, incluso candidaturas favorecidas desde la propia empresa y hasta la escasa participación laboral en las pasadas elecciones, lo que, de entrada y objetivamente, no parece ofrecer las suficientes garantías para que el label fuese todo lo eficaz y seguro que se desea.

Una legislación represora

Empero, la situación de las secciones sindicales en este país atraviesa por momentos no muy boyantes. Desde una legislación que reprime la solidaridad entre los trabajadores se fomentan organismos interclasistas ejecutivos, ante los que los trabajadores deben ceder su capacidad de decisión ypresión y delegar en ellos toda la responsabilidad, sin que puedan ejercer un control que posibilite el adecuamiento de las decisiones a su voluntad. La libertad sindical queda como un enunciado formal, que no real, y las secciones sindicales, en su inmensa mayoría, deambulan entre el no reconocimiento por parte de las empresas y alguna permisividad con resabios de paternalismo. Urge, pues, como condición sine qua non, el reconocimiento expreso de las secciones sindicales para que puedan ejercitar libremente sus funciones.

En último extremo podría argumentarse que es a la Administración a quien corresponde ejercer el control sobre los productos, si bien es un argumento que cae por su propio peso. La Administración ha demostrado una incapacidad absoluta en este terreno, permitiendo, en un alarde de negligencia temeraria, que se incumplan hasta las más elementales normas legales al respecto, como son el figurar en el etiquetado de los productos su composición auténtica, la fecha de caducidad y el número de registro del control sanitario. La sociedad tiene miedo, y lo más grave y lamentable es que tiene suficientes motivos para tenerlo. Los ejemplos están en el ánimo de todos, y resultaría redundante enumerarlos una vez más. Es indispensable un control fiable, exhaustivo y eficaz para ponerle coto al fraude.

De todas las alternativas posibles parece el label la más adecuada para garantizar estas premisas que la sociedad demanda. Sería una tamaña ingenuidad el fiar de la buena fe de los empresarios, vistos los resultados.

José Bondía es secretario general de la CNT.

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