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Tribuna:TRIBUNA LIBRE / EL CONGRESO DEL PSOE
Tribuna
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¿Una ocasión perdida?

El PSOE tiene sus ventajas e inconvenientes. Bastantes ventajas, a juicio de muchos millones de españoles que le votan, y algunos inconvenientes, puesto que hasta ahora no consigue vencer en las elecciones a su principal rival, UCD.Lo que se trata, claro está, desde el punto de vista socialista, es de acrecer ventajas y disminuir inconvenientes. El reciente congreso del partido pudo ser una buena ocasión para ello.

Que las ventajas del PSOE son muchas es indudable, y por sabidas no voy a extenderme sobre ellas: una larga historia que le permite conjugar tradición y renovación, apoyos internacionales, un líder conocido y respetado y, sobre todo, unas ideas que, como se está viendo en otros países, atraen a muchísimos ciudadanos.

Pero también hay defectos, y señalarlos públicamente no obedece a afanes masoquistas, y sí a un deseo sincero de que se corrijan.

Esos defectos son fundamentalmente dos: política fluctuante y mala organización interna.

La política general del PSOE en los últimos años ha estado encaminada a consolidar una democracia frágil, y sólo aplausos merece por ello. Otra cosa es que haya jugado en exceso al pacto y al consenso, e incluso a la componenda. Con buena intención, pero equivocadamente, algunos dirigentes del PSOE han pensado que se podía pactar entre caballeros con el centro o la nueva derecha para afirmar el presente y propiciar que UCD, llegado el momento, hiciera graciosamente mutis por el foro, al lograrse una sana alternancia democrática del partido en el Gobierno.

Aparte de que en política es siempre aventurado fiarse de pactos y promesas, el alejamiento del PSOE de los análisis marxistas le ha impedido ver un hecho tan obvio como es el de que la derecha en este país no está nada dispuesta a ceder los trastos. En cuanto le ve las orejas al lobo -aunque en este caso sea un lobo poco feroz- destapa reflejos históricos, cierra filas y se defiende con uñas y dientes.

El reciente congreso del PSOE tenía que haber aclarado, o al menos haberse planteado, si es o no inevitable la confrontación democrática y civilizada, pero abierta, con la derecha y decidir una política en consonancia. Claro que con ello perderíamos el suspense en que vivimos ahora, donde tan pronto Felipe González se pasa horas en la Moncloa, como Alfonso Guerra pone cual chupa de dómine, del presidente delGobierno para abajo, a todo el que se le pone por delante.

Mala organización

En cuanto a que el PSOE está mal organizado, es algo evidente. Tan,mal organizado que ni siquiera es capaz de evitar el poco edificante espectáculo de la unanimidad en las votaciones. Y es que, de 1974 a la fecha, se ha tenido buen cuidado en potenciar desde arriba al incondicional, y de arrumbar al discrepante. En su origen, en un partido que se estaba rehaciendo, aquello tenía su posible justificación. Pero hoy, cuando la dirección del partido nadie la discute, resulta negativo a más no poder, y sólo se explicaría por reflejos condicionados del pasado. Mala cosa, porque no sólo la opinión pública torna, con razón, a chirigota votaciones del 995 o del ciento por ciento, sino porque el funcionamiento cotidiano de la organización se resiente enormemente. Entre tantos casos que cabríacitar, sólo indicaré uno bien reciente y sonado: el de Alonso Puerta en el Ayuntamiento de Madrid.

El asunto ha sido grave, porque ha deteriorado la imagen del PSOE. Sus causas, sin embargo, son evidentes y relativamente fáciles de corregir. No se trata, desde luego, de que haya habido corrupción, que no ha existido en absoluto, y muc ho menos de enfrentamientos ideológicos. Se ha tratado, pura y simplemente, de una lucha descarnada por el poder entre dos facciones. Una de ellas, la de Alonso Puerta, encaramada en el poder con todas las bendiciones del aparato cuando era un incondicional, fue sustituida después, al aparecer otros más listos o más eficaces. Al no resignarse el interesado, en una falsa maniobra, se clavó él mismo el puñal con el que quería vengarse de otros. Un suicidio político y unas nocivas consecuencias que podrían haberse evitado con primar menos el incondicionalismo y con la simple difusión en el partido de una idea tan socialista, tan elemental y tan implantada antaño en el PSOE, de que un militante no ha de tener por meta principal en su vida política el poder personal.

Algunos pensamos que, con carné o sin él, hay unas cuantas decenas de miles de socialistas en España que queremos trabajar por el socialismo, pero sin que ello nos obligue a ser incondicionales. Respetamos a la mayoría actual, pero queremos que se nos deje participar, y no sólo de comparsas. ¿Es eso posible? ¿Tan difícil sería equilibrar las fuerzas centrífugas y centrípetas que actúan en toda organización? El congreso tampoco ha dado respuesta a estas preguntas.

Quizá de.todo ello, de una política más clara y de una organización más numerosa y abierta, dependa, ni más ni menos, el ganar o perder las próximas elecciones. Reflexionar sobre ello, pues, bien vale la pena.

Francisco Bustelo es senador socialista y rector de la Universidad Complutense.

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