Castedo y Juan Ramón
Hace unos meses, un realizador de televisión, inteligente y amigo, sempiterno y progresivo, me propuso escribir un guión de una hora, de homenaje a Juan Ramón Jiménez, para darlo en diciembre, en el día del centenario del poeta. Acepté por mi adolescente devoción juanramoniana, que luego se ha convertido en aserenada pasión, y acepté asimismo por el gusto de trabajar con este realizador que digo. Llevábamos largo tiempo trabajando en el guión, con documentariojuanramoniano, con personas, músicos, músicas, pintura, pintores, poetas y objetos. Ayer he llamado al realizador para decirle que no. Rodríguez Sahagún, tan crespo, se reunía con Oneto en Le Relais para decirle que sí.O sea que he presentado mi dimisión, repercutiente de la de Castedo, y aunque la anécdota sea mínima y otras muchas gentes puedan hacer ese programa mejor que yo, ocurre que yo sólo respondo ante Juan Ramón y ante la intrahistoria, y por eso lo cuento aquí y ahora. JRJ, que ha quedado para el personal como un sensible distraído que iba del burro a la mariposa sin pasar por el hombre, fue en realidad el gran cronista lírico de su época, glosador acerbo de hombres y ciudades, en verso y en prosa, y ese es precisamente el torso juanramoniano que nosotros queríamos ofrecer. Un Juan Ramón al que ahora no podemos hacer -o no puedo-, en nuestra pequeñez, la pequeña traición de erigirle en el albañal, pues que yo me contraté verbalmente con una televisión democrática y desde ayer tenemos una televisión franquista. En los años cuarenta, estando, Juan Ramón en Washington, exiliado, y siendo Pemán director de la Academia Española de la Lengua, éste le ofrece a aquél un asiento en la Casa. La carta/negativa de Juan Ramón, entre la amistad y la ironía, entre la humildad y el desprecio, entre la soberbia y la indiferencia, tiene un párrafo en el que está acumulado todo JR: «ya yo le dije a Marañón, cuando vino a ofrecérmelo, que si él estaba en la Academia de la Lengua para mirarles la lengua a los académicos, que estaría mejor en la de Medicina».
Decía ayer el editorial de nuestro periódico que a Castedo, entre otras cosas, le falta fondo físico y psíquico para sostenella y no enmendalla contra el facticismo de Calvo Sotelo. El editorial lo decía de otra forma y yo creo que demo.cracia es exactamente el respeto moral a la debilidad física de cualquiera y la posibilidad que tiene cualquiera de transformar su debilidad física/psíquica en fuerza jurídica. Cené en Liria con los duques di Alba y me decía Jesús Aguirre (a quien un matutino vaticanista quiere recaudar como crítico de teatro) que no me precipitase en mi decisión de abandonar el programa juanrramoniano en marcha. El duque está, naturalmente, lleno de cautela ducal, pero la ventaja que tiene no ser duque de Alba es que uno hace lo que le da la gana y sólo sirve a señor que no se le pueda morir: Juan, Ramón Jiménez en este caso. Otro débil a quien echaron de España las fuerzas que despliegan hoy su fuerza en el icono deudo y lóbrego de Calvo Sotelo. El descarte de Castedo, reservido por el naipe usado de Robles Piquer, un intocable e intocado,de la vieja Nomenklatura franquista y el involucionismo ilustrado, es ya un alarde, un lujo, una voluta autoritaria y ociosa que corrobora innecesariamente, churriguerescamehte, la dirección que toma TVE, promiscuada con el Gobierno, que a su veise promiscúa o promisea con el Estado, con un psicópata que no ha ido a Freud y no sabe distinguir en sí el yo del id y del ello. Dicen que el presidente sólo ha garabateado la destitución.
Entre los poetas míos, tiene JR un altar y yo no puedo bajarle de su altar para entronizarlo como un manús en el albañal de las televisiones tardorretrofranquistas. Su estética no era sino la ética institucionista y española mejor. Todo lo que hoy se traiciona y borra con un garabato.
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