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La bicicleta, alternativa de transporte urbano

El número de participantes que se baraja supera ya largamente los 100.000. Esta es una cifra que mueve a pensar, sin duda, en que el interés por el vehículo, de las dos ruedas es cada día menos desdeñable. Sin embargo, aunque los indicios parecen positivos en su utilización, el sentimiento de frustración ante la única vía válida del tema: la bicicleta como alternativa de transporte diario en la ciudad, vuelve a reinar. El multiejemplo de un día con la capital cerrada a los automóviles, se asemeja cada año a un oasis en el gran desierto urbano, pero también ofrece, de edición a edición, menos esperanza y sentido práctico. Siempre es más el ruido que las nueces cuando, además, los proyectos municipales no son los correctos.Hay que ser realistas. Fundamentalmente, trátese de la fiesta, de los carriles-bici o de la prioritaria educación ciudadana, lo que no se puede es ir contra corriente. Madrid, como caso extremo de macrociudad española, no se puede acotar para las bicicletas o convertirla, por las buenas, de motorizada y contaminada en un paraíso ecológico, sin humos y con todos sus ciudadanos subiendo incluso las cuestas en ellas. Pero es muy claro que han pasado ya los tiempos en que montar en el vehículo de los pedales y las dos ruedas -bien en Madrid, bien en cualquier sitio, urbano o rural- era suficiente para que te tomaran por loco o escucharas los calificativos al uso: "¡Hala, Bahamontes!" "¡Hala, Merckx!". Ahora, ya en 1981, las cosas han ca mbiado y se puede exigir más.

Existe la posibilidad de convertirla, cada día más, en una alternativa cierta de transporte. Ya no se trata de enfundarse el chándal y sud.ar, sino de utilizar vestido de calle, adecuadamente en los lugares apropiados y en los momentos debidos, un vehículo que no contamina, y no gasta más energia que la mínima del propio usuario.

La, cuestión entonces estriba en lograr su integración en la ciudad, el sitio más, inhóspito, pero sin romper moldes.

Es un error municipal, por ejemplo, cerrar al tráfico calles, aunque sea en domingos y festivos. La bicicleta no puede ser "un bicho raro". Como mucho, sirven ejemplos, caso de la Fiesta de la Bicicleta, pero que también acaban distorsionándose en su gigantismo y su soledad. No se puede arrebatar al tráfico de motor lo que ha sido y es suyo desde hace muchos años. La única solución es la convivencia. Nadie duda de las dificultades para conseguirlo, porque en la "selva urbana" una bicicleta siempre será el "animal más comible".. Pero ese es el único medio. El carril del Retiro, por ejemplo, es positivo en cuanto facilita una zona, pero pierde su sentido por haber sido construido en un parque, como si la Castellana, con su anchura, no pudiera admitir otro, porque no lo es.

La bicicleta tiene que aspirar a sustituir en muchos casos a otros medios de transporte y la gran arteria Norte-Sur de Madrid es el caso más claro. Con una pendiente apenas apreciable, progresiva y, por tanto, perfectamente asequible a las fuer zas de.cualquier usuario, sí supondría un avance.

Lo ideal tiene que ser una política de carriles-bici en las calles anchas, de circulación rápida y, por tanto, siempre peligrosa para los débiles, y simplemente una educación ciudadana hacia el automovilista de que una bicicleta en calles estrechas -y llanas, que lag hay, incluso en Madrid-, no es un estorbo, sino una vigésima parte, como mínimo, de lo que ocuparía en espacio su equivalente motorizado. El respeto es ya fundamental.

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