España ganó, pero hizo el ridículo
ENVIADO ESPECIALLa afición valenciana no es masoquista. Por eso no acudió a Mestalla en el número que hubieran deseado los organizadores. Ver a Luxemburgo era un acto casi heroico; ver a la selección española resultó un dolor insufrible. Santamaría y Porta quieren para el equipo nacional ayuda; pero, tal y como se están desarrollando los acontecimientos, es imposible tener un mínimo de consideración. España, aunque derrotó a Luxemburgo, hizo el ridículo.
El público de Valencia, movilizado en parte gracias a las peñas, llegó dispuesto a aplaudir el mínimo detalle, pero a partir de la primera media hora de juego los pitos fueron en aumento. Ya se sabe aquello de que quien siembra vientos sólo puede recoger tempestades.
La selección española se ha comprometido a desarrollar una nueva campaña: la vulgarización del fútbol; pero esa vulgarización no tiene nada que ver con el sentido noble de la palabra. En la selección de Santamaría casi todo es puro vulgarismo. Y de él, pocos jugadores pueden salvarse. Los modestos luxemburgueses tardaron en darse cuenta de lo que tenían delante, porque vinieron con la mayor de las modestias a salvar el trance lo más dignamente posible. Cuando se percataron de que no era tan fiero el león, incluso llegaron a poner a prueba a Arconada, que tuvo que salvar un gol lanzándose a los pies de Scheitler.
En el primer tiempo, España hizo el ridículo total. Practicó un antifútbol desesperante. La torpeza de algunos fue inconmensurable. Tácticamente todo fue un desconcierto. En el centro del campo, Zamora tuvo una actuación realmente sorprendente. Quizá fue la peor de su vida. Víctor peleó, pero con reiterada tozudez. Esteban estuvo sometido a la fijeza de la banda derecha, que es lo más inapropiado a sus condiciones. Esteban es hombre con fuerza, pero necesita campo libre. No lo tuvo y fracasó. Satrústegui fue de una ineficacia preocupante. A López, Ufarte le dieron pocas ocasiones para planear la penetración y se limitó a crear dos jugadas.
Ante un adversario que tardó 35 segundos en cruzar el medio campo tras el saque inicial, España mantuvo cuatro defensas, con el agravante de que Camacho, como es natural, no pudo subir por la banda derecha, porque es su lado contrario, y Gordillo, cuya condición más sobresaliente es el contragolpe, no fue requerido por sus compañeros para tal menester.
Nunca se había visto tal suerte de despropósitos en la selección nacional. En la segunda mitad, con los cambios, hubo algo más de nervio. Se jugó con mayor velocidad y se crearon varias ocasiones de gol. Dos de ellas, clamorosas, fueron desperdiciadas por Alonso, que siempre fue el mejor situado para el remate. El primer tanto se produjo en una falta; el segundo, gracias a la jugada de Gordillo bien rematada por Saura. La habilidad de López Ufarte, con el tercer gol, levantó un poco los ánimos. Pero los tres tantos no deben eximir de culpabilidad a quienes proporcionaron un espectáculo más cercano al desastre que al éxito.
Se ganó a Luxemburgo, pero no hay eximentes para el ridículo. Con esta selección no vamos a ninguna parte. Hasta ahora todo ha sido tolerable, pero hemos entrado en una etapa en la que ya no caben parches. Los grandes males siempre han exigido grandes remedios. El equipo no funciona, porque no cuenta con los hombres idóneos y porque no da nunca sensación de salir al terreno de juego con una lección aprendida. Y como la improvisación nunca está fundamentada en la genialidad, todo hace pensar que se necesita un cambio radical, a fin de que en el próximo Mundial no supongamos dentro de la historia de los campeonatos una excepción vergonzante. Hasta los más modestos anfitriones de una Copa mundial han tenido una actuación discreta. España podría suceder que ni siquiera alcanzara el nivel de Suiza o México.
Anoche, afortunadamente, en la segunda parte se comenzó a ver que López Ufarte va a ser pieza importante en la selección. El jugador de la Real Sociedad propició en el primer tiempo dos jugadas en las que curiosamente participaron sus otros tres compañeros de equipo, pero en la continuación colaboró con el resto.
Anoche, en Mestalla una vez más, flotó entre la selección la sombra del gran ausente. que no puede ser otro en estos momentos que Quini, el único hombre que demuestra día a día que está capacitado para marcar goles.
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