En Washington se considera su desaparición como una "catástrofe"
El asesinato del presidente egipcio, Anuar el Sadat, perpetrado ayer en El Cairo por un grupo de sus propios soldados, mientras el rais presenciaba un desfile militar, presagia profundos cambios en la crítica región de Oriente Próximo, provoca un aumento considerable de la tensión mundial y un vacío político en Egipto. Sadat, de 62 años, el hombre de Camp David, el pilar de la estrategia antisoviética de Estados Unidos en el Mediterráneo oriental, fue abatido a tiros a las 12.30 (hora de Madrid) por un comando suicida de sus fuerzas armadas, encabezado por un comandante y compuesto por un subteniente y cuatro soldados. Otrogtres egipcios y dos extranjeros -cuya identidad se desconoce- perecieron también en el atentado. Washington, con prontitud, ordenó ayer mismo el estado de alerta preventiva de las fuerzas de intervención rápida del Ejército norteamericano y de sus unidades navales en el Mediterráneo. Los ftjíierales de Sadat se celebrarán el próxiiiio sábado.
El asesinato fue recibido con «estupor» en Israel, júbilo popular en las calles de la capital libia y en Teherán. y pesar en Washington, donde los observadores lo consideran como una «catástrofe» para la política seguida por Reagan en Oriente Próximo. «Esto es lo peor que podría ocurridos», comentó, por su parte, un portavoz de la OTAN en Bruselas. Radio Moscú se limitó a afirmar que la población egipcia estaba descontenta con el presidente egipcio, Sadat.El asesinato ha sido capitalizado, desde Argel, por el general Saadine Chazly, antiguo jefe de Estado Mayor en Egipto con Nasser y uno de los héroes de la cuerra de 1973 contra Israel, quien ha lanzado un llamamiento al Ejército egipcio para que acabe definitivamente con el régimen de Sadat y «cese la política de traición y de alianza con el sionismo y el imperialismo». Chazly es presidente del Frente Nacional Egipcio, creado en 1980 en el exilio para oponerse a Sadat. Para Arafat, líder de la OLP, el atentado es un «mensaje del Ejército egipcio a los palestinos».
Sin embargo, se desconoce si se trata de un hecho que puede ser el detonante de un proceso revolucionario -como estimaron ayer las estrellas de la televisión norteamericana Walter Conkrite y Barbara Walters- o se trata, por el contrario, de un hecho aislado protagonizado por un crupo de fanáticos integristas musulmanes, en lucha abierta con Sadat, tras la represión desencadenada por éste contra la «sedición religiosa» a principios de septiembre.
Un sentimiento de consternación e inquietud reinaba anoche en El Cairo. pero la capital permanecía en calma. Nada hacía prever que el atentado forma parte de un golpe de Estado militar. Las autoridades reaccionaron con rapidez, y el vicepresidente, Hosni Mubarak, tras anunciar por radio la muerte del presidente, al que calificó de «mártir, asesinado por manos criminales y traidoras», manifestó que «Egipto mantendrá todos los compromisos adquiridos con otros países y proseguirá sus esfuerzos de paz en Oriente Próximo».
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