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Cárceles, segunda parte

( ... ) Este nuevo brote de protestas tiene dos notas diferenciales muy importantes respecto a los que se registraron tres años atrás. Primero, la ausencia de la violencia de que entonces hizo gala la COPEL, organizadora del movimiento, y en segundo lugar, el escaso eco de solidaridad que se registra hoy -sólo la CNT ha hecho público su apoyo a las demandas- entre las instancias políticas y los ciudadanos en general.Pero, lamentablemente, hay un aspecto común: persisten, si no están agravadas, las explosivas condiciones de vida de los reclusos: violaciones, agresiones y prácticas mafiosas de características terroristas, que añaden a las penas de los recluidos condenas no previstas en sus sentencias, verdaderos infiernos para aquellos que aún no han pasado siquiera por un tribunal. Que este es otro punto de la mayor trascendencia: la tardanza en ser juzgados.

La actitud de la dirección de la Modelo, caracterizada desde un tiempo a esta parte por una política de transparencia informativa loable, que ha dado toda la publicidad posible al conflicto, es altamente significativa de la situación real por la que atraviesan nuestras cárceles. Una reforma del Código Penal inacabada, un reglamento de instituciones penitenciarias inaplicable por falta de infraestructura, un recinto ocupado por un número de presos que triplica la capacidad óptima del centro, y una plantilla escasísima y nutrida de funcionarios que frecuentemente no superan la veintena de años conforman un cuadro que explica mucho por sí solo.

29 de septiembre.

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