Turismo en España
El jueves 27 de agosto de 1981, viniendo de Portugal, con destino a Francia, mi país, atravesando ese extraordinario paisaje español, permítame, señor director, denunciar la notable falta de información, el subdesarrollo intelectual y cultural de algunos responsables, agentes económicos de base, de su país. Lo que voy a referirle supera, a mi entender, lo comprensible.En la nacional 620, entre Valladolid y Burgos, me vi atrapado, a la altura de Palencia, en un embotellamiento de varias decenas de kilómetros. Dirigiéndome hacia Burgos eón lentitud, a veinte kilómetros al norte de Palencia, me detengo en una estación de gasolina para llenar el depósito del coche. Después de 45 minutos de espera, presenté al empleado de servicio mis tres cheques de viaje de mil pesetas cada uno. Después de informarse con su patrono, este obrero me comunica en forma brutal que no aceptaban cheques de viaje en su estación de gasolina. El empleado me rogó que me dirigiese a la estación siguiente, situada a diez kilómetros, lo que acepté sin discusiones, pese a mi sorpresa y a mi asombro.
En la estación siguiente, después de 35 minutos de espera, nueva negativa brutal y casi insolente, puesto que pude entender por el gesto que el empleado me pedía que utilizara los cheques en el retrete de la gasolinera. Después de una hora de discusiones, bajo la mirada insensible de un funcionario cualquiera, que asistía a la escena (seguramente el patrón), ante el temor de una depresión nerviosa de mi esposa, decidí dirigirme a Palencia.
Con el depósito completamente vacío me detuve en una estación en el centro de la ciudad de Palencia, frente al Banco Hispano Americano, que correspondía exactamente al nombre del librador de mis cheques de viaje. Eran las siete de la tarde. Obtuve otra vez la misma negativa categórica y me creyeron sospechoso de haberlos robado, pese a haber enseñado el documento nacional de identidad, pasaporte, carta gris del auto, recibo de las sumas gastadas en Francia en la Banca Nacional Agrícola; pero no hubo nada que hacer. Desesperado me dirigí al garaje Mercedes, situado al otro lado de la calle principal. Allí se me informó que el dueño de la gasolinera estaba obligado a aceptar mis cheques de viaje, que ese procedimiento de pago era una práctica corriente en su país. Nueva tentativa, nueva negativa. Los policías de tráfico españoles dirigían la circulación. Me dirigí a uno de ellos. Aceptó acompañarme a la estación de gasolina para ayudarme y encontrar una solución a este asunto inverolímil. después de interminables discusiones con el empleado, el policía, turistas, logré que me entregasen las 3.000 pesetas de gasolina super. Pero el patrón insistió en que, gracias a su cordialidad y debido a la desgraciada situación en que me encontraba, decidió darme gasolina. Sin embargo, me pidió mis tres cheques de viaje a cambio del carburante, pese a su convicción de que me proporcionaba gasolina a pura pérdida. Espero que en este momento esté convencido de lo contrario y que el año próximo podré reprocharle su incalíficable conducta.
Señor director, le ruego que informe a toda España. Explique lo que es un cheque de viaje, un traveller-check u otro documento similar; usted rendirá un inmenso servicio a los turistas extranjeros e igualmente al pueblo español, que sufre, tal vez, de ignorancii de ciertas cosas.
No es necesario agregar, señor director, que en Francia ocurren cosas semejantes, pero esos individuos barren las calles y merecen respeto.
Por su intermedio, transmito a España mis calurosos y respetuosos saludos./ .
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