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Benn y Healey, enfrentados en la elección del "número dos" del laborismo británico

Andrés Ortega

Los delegados laboristas comenzaron ayer a llegar a Brighton para su congreso anual que comienza hoy. Todas las miradas se concentran sin embargo, sobre lo que ocurrirá esta tarde cuando se celebre la votación para elegir el vicelíder del partido. ¿Será Denis Healey o Tony Benn?. La decisión podría estar en manos de los que apoyen, en una primera votación, al tercer candidato, John Silkin.

Cualquiera que sea el resultado, la lucha por el Control del Partido Laborista continuará; es difícil predecir el resultado que arrojará el colegio electoral, compuesto en un 40% por los sindicatos y en un 30%, respectivamente, por el grupo parlamentario y las organizaciones locales de base. Una encuesta del programa informativo Newshight, de la BBC, da como vencedor a Healey, y según otra encuesta publicada el viernes por el diario The Guardian, un 61 % de los electores laboristas apoyaría a este último, frente a un 20% a Benn y un 12% a Silkin.Anthony Wedgwood Benn, un hombre temido en este país fundamentalmente conservador, es un aristócrata que renunció a su título en los años sesenta, para ocupar un escaño eri la Cámara de los Comunes y defender una política esencialmente izquierdista desde dentro del Partido Laborista. Siendo uno de los mejores, oradores políticos del momento, durante años Benn ha trabajado en las organizaciones de base del partido, locales y sindicales, que constituyen su centro de poder.

Este no es el caso de Denis Healey, cuya fuerza real reposa en el grupo parlamentario laborista. Healey, uno de los diputados de mayor talla intelectual del actual Parlamento británico, tiene una oratoria que falla por momentos, al decir lo que piensa de un modo que resulta por momentos brusco.

La lucha entre estos dos hombres ha venido a simbolizar la lucha entre dos concepciones del Partido Laborista, una izquierdista y otra tradicional, aunque esta división tiene raíces que se remontan lejos en la historia. La derrota laborista en las elecciones de mayo de 1979 la ha acentuado. El triunfo de Benn podría provocar una nueva fisura, llevando más diputados laboristas al SPD.

Las encuestas y los programas

Aún está por ver misma encuesta de The Guardian muestra que aunque los electores laboristas no apoyen a Benn, sí están de acuerdo con su programa político. Más del 50% apoya la retirada británica de la Comunidad Europea, de Irlanda del Norte y el desarme nuclear unilateral, temas que se volverán a de batir en este congreso. Por ello, la victoria de Healey no garantizaría que el Partido Laborista volviera a sus moderados cauces habituales e históricos. Aunque opuesto a la mayoría del partido en el tema del desarme, Healey se muestra cada vez más cercano a las otras políticas, incluida su nada clara actitud respecto al Mercado Común. La victoria de Benn llevaría a un mayor control aún del manifiesto electoral por el pleno del congreso del partido, pudiendo incluso exigir que los diputados siguieran este mandato. La derrota de Benn, en sí misma, no resolvería gran cosa, pues la lucha y la división del laborismo se proseguiría, incluso hasta las próximas elecciones, que, a lo sumo, se celebrarán en mayo de 1984. Habrá que examinar asimismo lo que ocurre con el comité ejecutivo nacional, donde la derecha espera recuperar una plataforma de poder y empezar desde allí su labor de reconstrucción del partido.

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La derrota de Benn podría, paradójicamente, venir provocada por parte de la izquierda del partido, especialmente por los sectores que apoyan a John Silkin. Numerosos son los laboristas descontentos con las tácticas bennistas, y un ejemplo es el del poderoso sindicato de los trabajadores del transporte y generales (TGWU), que, según Healey, votó mayoritariamente por él en sus otganizaciones locales.

Esta sería la primera ocasión en que los sindicatos ejercitaran su nuevo poder para la elección del vicelíder laborista, que consiguieron en el congreso extraordinario de Wembley, en enero. El voto en bloque de estos sindicatós, que en el pasado favoreció a la derecha del laborismo, se ha vuelto ahora en su contra, en un período histórico en que el Partido Laborista ha dejado de ser un partido de masas. En 1951 este partido contaba con un millón de afiliados; ahora'son tan sólo 200.000, y con el desario de la alianza entre liberales y socialdemócratas, el apoyo al partido laborista se podría ver relegado a las zonas industrialmente más deprimidas del Reino Unido, perdiendo así la ocasión que le brinda el descontento popular hacia el Partido Conservador.

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