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Tribuna
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Joaquín Ruiz Giménez

En estos últimos años, incluso en los últimos años del franquismo, se han hecho muchos homenajes a muchas personas, probablemente la mayor parte de ellos merecidos. Yo he asistido a algunos. Siempre, en todos los casos, me he hecho la misma reflexión. Este país le debe todavía un gran homenaje nacional de gratitud a Joaquín Ruiz-Giménez. En muchos de esos actos, y en todos aquellos donde, en los últimos tiempos, se defiende la libertad, la igualdad, la democracia y la Constitución se le encuentra, discreto, esperanzado, siempre poniendo con sus palabras una luz en la barricada. Esas últimas referencias de su actividad tienen unos largos, ricos y comprometidos antecedentes. Desde el curso 1961-1962, en que tuve la fortuna de empezar a colaborar con él en la universidad, he sido testigo de excepción de esa vida de un hombre ejemplar en su entrega a los demás y en su lucha por una sociedad española más libre y más justa. No se debe callar más, aun sabiendo lo incómodo que Ruiz Giménez se va a encontrar leyendo este artículo. Los pueblos y las sociedades sólo son grandes si son generosos al reconoder las contribuciones de sus miembros, si valoran a los hombres que en su seno se han esforzado por honrarlas y engrandecerlas.No creo que se pueda encontrar en las últimas generaciones de españoles nadie más merecedor del reconocimiento de todos que Joaquín Ruiz-Giménez. Yo soy testigo de primera mano, y, aunque es evidente mi cariño personal a una persona inseparable desde esos años sesenta de mi propia biografia personal sólo voy a recordar cosas que muchos saben y que, probable mente, otros dirían mejor y con más autoridad.

La personalidad de Ruíz-Giménez se expresa en su entrega a los demás, en su decidida asunción de todas las causas a su juicio nobles y justas, en su tolerancia y en su respeto a las opinio nes discrepantes, en su sentido del diálogo, en su ausencia de cualquier resentimiento. Desde que yo le conozco sueña con algo que ahora empezamos a ver, y por lo que él ha luchado y sigue luchando sin descanso: una España en paz, libre y democrática que supera sus tradicionales enfrentamientos y reconoce la pluralidad de sus hombres y de sus pueblos. Para eso funda. Cuadernos para el Diálogo. Con otros amigos le acompañé desde las primeras horas de aquella hermosa aventura como él gustaba decir. En la razón de ser de la publicación en octubre de 1963 plasma su pensamiento que hoy empieza a ver su fruto: "Nacen estos sencillos Cuadernos para el Diálogo con el honrado propósito

Pasa a la página 8

Gregorio Peces-Barba Martínez es profesor de Filosofía del Derecho y diputado del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) por Valladolid.

Joaquín Ruiz Giménez

Viene de la página 7de facilitar la comunicación de ideas y de sentimientos... Se niegan a ser coto patrimonial de un grupo y más aún, trinchera de un club ideológico o de una bandería de presión... Sólo tres cualidades se exigen para lograr presencia activa en estas páginas: un mutuo respeto personal, una alerta sensibilidad para todos los valores que dan sentido y nobleza a la vida humana y un común afán de-construir un mundo más libre, más solidario y más justo...". Es bueno releerse en su in-tegridad ese pórtico de una empresa que llegaría hasta el nacimiento de la democracia y que tanto contribuyó a hacerla posible. En estas líneas se plasma una filosofía, unas reglas de juego que recogió nuestra Constitución y que fundamentan nuestra convivencia democrática de hoy.

En torno a Joaquín y a su sentido integrador se agruparon durante quince años muchos hombres y mujeres que asumieron un talante que hoy hace posible la amistad, desde opciones políticas diferentes en el Parlamento y, fuera de él. Yo creo que al cambio de ambiente y a la forma de enfocar las discrepancias de la nueva democracia española que permite afirmar seriamente que. nuestro país no se verá nunca más enfrentado con una prueba como la de la guerra civil, ha contribuido decisivamente ese fenómeno de Cuadernos, pilotado por el profesor Ruiz Giménez. No quiero repetir nombres, porque son muchos, pero el repaso de las páginas de Cuadernos es impresionante.

Ese esfuerzo le ha costado incomprensiones, calumnias, burlas y desprecios, pero nada de eso le ha hecho apartarse ni un ápice de sus objetivos integradores y críticos. Mientras otros se dedicaban a maldecir, a ser profetas de catástrofes, a hacerle la vida imposible, él seguía paso a paso, silenciosa y modestamente, su ejemplar empresa. Nunca en ese tiempo le he oído quejarse, ni hablar mal. de nadie. Sus amigos le decíamos que se desahogase, pero siempre sus observaciones y sus críticas eran a problemas, nunca a personas, y siempre salvando las intenciones y la buena voluntad. Para su tarea no ha tenido sentido del tiempo ni del dinero y hoy vive modestamente, creo que sin ahorrar, y que me perdone esta confidencia, pero me parece reveladora. No podría dejar de trabajar, pues lo necesita para él y para su familia.

En la universidad se ha esforzado por ayudar y por construir en su entorno una escuela de discípulos que encabeza Elías Díaz y a la que me honro en pertenecer, junto con otros muchos. En su despacho nunca se ha cerrado la puerta a nadie que necesitase su consejo o su ayuda. En aquellos años difíciles de la dictadura sus defensas en procesos políticos y sus actuaciones en favor de los trabajadores en los procesos laborales han sido constantes. Ahora, en la democracia, es defensor de la Constitución, del Rey y de las instituciones, y propugna la profundización y la lucha constante por los derechos humanos.

Sigue siendo crítico y por eso nunca es cómodo ni grato a los profesionales del poder, pero me parece que lo que hace es necesario e insustituible, también en un régimen de libertades.

Cuando en las primeras elecciones democráticas el pueblo optó por otros planteamientos y no fue elegido aceptó ejemplarmente el veredicto popular, reflexionó críticamente sobre los errores de planteamiento y siguió en la brecha, siempre con esperanza, alentando la construcción de la democracia. Sus amigos de siempre están en las grandes opciones parlamentarias actuales y no quiso optar. No es, pues, hombre de partido, sino de todos los hombres libres de este país. Ha dicho que le gustaría ser Defensor del Pueblo, esa institución ya regulada y preparada para funcionar defendiendo los derechos de los ciudadanos y cumpliendo altas e importantes funciones institucionales. Espero, que las Cortes Generales y los partidos allí representados se puedan poner de acuerdo en esa elección que muchos pensamos debe efectivamente renacer en Ruiz-Giménez.

Pero estas líneas no pretenden entrar en ese tema; quieren ser sólo el inicio de una serie de iniciativas que son de justicia para agradecer a Joaquín Ruiz-Giménez su trayectoria, sus objetivos y el esfuerzo que ha puesto para realizarlos. No es un elogio jubilar, porque Joaquín está en plena forma para afrontar aún muchos años de vida. No es viejo, y, por eso sólo, no se le puede aplicar aquel calificativo ejemplar que Machado dedicó a don Francisco Giner: "el viejo alegre de la vida santa". Está en plena madurez universitaria, intelectual y cívica. Estoy seguro que en todos los círculos en que actúa y en toda la sociedad española tendrá eco esta llamada de respeto y de reconocimiento a un hombre de razón y de corazón, ejemplo para tantos, y desde luego para mí, que se llama Joaquín Ruíz Giménez. .

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