La huelga de los futbolistas
EL COMIENZO del Campeonato de Liga, abrumado por el apretado calendario al que obliga el Mundial de junio de 1982, puede aplazarse hasta después del próximo domingo, fecha oficial de su inauguración, como consecuencia de la huelga de los jugadores profesionales de fútbol. Probablemente, los, aficionados acusarán con disgusto ese plantón, especialmente molesto tras la abstinencia veraniega, y se sentirán tentados de echar la culpa a los huelguistas. La demagogia de directivos como el señor Núñez, presidente del Barcelona, que vociferó anteayer por los micrófonos de Radio Nacional para restregarle al jubilado Charlie Rexach, uno de los mejores delanteros españoles de los últimos años, la veintena de miillones obtenida en su homenaje de despedida, no puede sino favorecer esa irritación del público contra los futbolistas, que, como las estrellas de todos los espectáculos, están siempre sometidos a la ducha escocesa de entusiasmo y rechazo, de aplausos y broncas, y de amores y odios que se les administra desde las gradas.El oficio de jugador profesional, sin embargo, no puede ser juzgado con el solo ejemplo de algunos excepcionales cracks que han hecho sólidas fortunas y han permanecido en buena forma a lo largo de tres lustros. La gran máyoría pasa de jóvenes promesas a maduras medianías, deambulan por equipos en línea descendente durante una década y se retiran sin ahorros o sin profesiones que les permitan reorientar productivamente sus vidas. Por esa razón, la solidaridad que los jugadores mimados por la fortuna muestran con aquellos de sus desafortunados compañeros que no logran cobrar los sueldos atrasados se halla en las antípodas de la caricatura trazada por, el bresidente del Barcelona, industrial y constructor que, al parecer, ha ganado sus millones, a diferencia de Rexach, por su laboriosidad ejemplar y sus exclusivos méritos.
Los jugadores profesionales van a la huelga por una serie de reivindicaciones que la Administración, la Federación y los clubes no han satisfecho a lo largo de la temporada 1980-1981, cuando todavía era tiempo. El asunto de los sub-20, arbitrista imposición que obliga a los equipos de Segunda División a alinear en cada partido a dos jugadores menores de veinte años, tendría que haber, sido resuelto por el Ministerio de Trabajo después de la promesa en tal sentido expresada. por el antecesor de Sancho Rof. Es evidente, por lo demás, que esa caprichosa norma coarta la libertad de los entrenadores para formar los equipos, además de ser, probablemente, inconstitucional. Los 350 millones adeudados a los jugadores por varios clubes, entre otros algunos morosos tan pertinaces comó el Levante y el Burgos, son la consecuencia de la política financiera a que nos tienen acostumbrados unos directivos -a la cabeza de los cuales está ese presidente que se propone pagar mil millones de pesetas por el fichaje de Maradona- para quienes el fútbol es un juguete de ambiciones personales, vanidades insatisfechas, promoción social, negocios conexos e inmortalización de sus apellidos como nombre de los estadios. No parece disparatado, en consecuencia, que los jugadores reclamen de la Federación, incapaz de controlar los derroches de unos directivos irresponsables, la creación de un fondo de garantía que permita la cancelación de las deudas cuando los clubes se declaran en quiebra o suspensión de pagos. A nadie se le oculta, sin embargo, que ese fondo podría convertirse en una caja de reptiles o en un caldero de sopa boba si la Federación o los tribunales de justicia no exigieran a los dírectivo.s que llevaran a la quiebra a sus clubes una responsabilidad dineraria. Porque, de otra forma, el Getafe, con la seguridad de que el fondo de garantía correría con sus impagos, ficharía mañana mismo a toda, la selección argentina.
A todos los aficionados les complacería que el próximo domingo se iniciara la Liga. Hay que pedir, así pues, a los jugadores de la Asociación de Futbolistas Españoles y a los directivos de la Federación un esfuerzo para aproximar sus posiciones y llegar a entendimientos razonables. Mucho nos tememos, sin embargo, que actitudes como la de José Luis Núñez, que ensayó anteayer su 23 de febrero particular en los locales de la Federación, hagan imposible ese deseable acuerdo. Pero, en tal caso, no serían los miembros de la AFE o Joaquín Sierra y José Cabrera Bazán quienes "se cargarán el fútbol español' por conveniencias políticas, coriio calumniosamente ha sostenido el presidente del Barcelona, sino unos directivos incapaces de bombear un saque de corner sobre la portería, pero siempre dispuesteis, en aras de su egolatría, a gastarse el dinero de los socios con excesiva prodigalidad, a dirigir caprichosamente la política de fichajes ,y a decidir autoritariamente las alineaciones. Todo ello, naturalmente, sin perjuicio de desvanecerse como el humo cuando llega el duro momento de pagar las deudas irresponsablemente contraídas durante su mandato.
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