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Reportaje:

Los romanos "recuperan" su ciudad en las noches de verano

Juan Arias

¿Cómo veranean los romanos que no veranean? Hace unos años se decía que en agosto Roma se quedaba alquilada a los alemanes y a los perros, porque los romanos no soportan la ciudad por el calor y, sobre todo, por el aburrimiento y la tristeza. Era sólo una ciudad para turistas. Hoy no es así. Un mérito innegable de la nueva municipalidad de izquierdas, que sustituyó, después de treinta años, al gobierno democristiano de la ciudad, ha sido el de convertir Roma, durante los tres meses de verano, en una gran fiesta, donde el único problema es el saber escoger entre un programa abarrotado de actos y espectáculos que van del teatro al baile, al cine, a los conciertos, a los desfiles de modas, a los concursos, a las manifestaciones populares de artesanía y a las exposiciones de todo tipo.

Un programa tan atrayente que hoy, al revés de otros años, muchos romanos se resisten a dejar la ciudad, sobre todo en agosto, y se van de veraneo más tarde.El verdadero artífice de lo que aquí se llama "la apropiación de la ciudad por parte de sus habitantes" es un joven concejal comunista ya conocido en todo el mundo: Nicoloni. Fue el inventor de las noches de verano de Roma. Su idea era que la gente saliera de sus casas y se adueñara de la noche, de esas frescas noches romanas. Que se perdiera el miedo a invadir las plazas, los jardines, los monumentos; que se pudiera gozar de la noche hasta el amanecer. Y, sobre todo, que se hiciera juntos, comunitariamente, como si la gente se conociera desde siempre. "Gustemos lo efímero", era su lema. Pero se trata de un efimero que es también cultura y, a veces, alta cultura.

Moda bajo las estrellas

Cultura vivida al aire libre, bajo las estrellas y con carácter popular; así, por ejemplo, acaba de celebrarse en la famosísima plaza de España, por primera vez en la historia, un imponente desfile de alta costura sin paredes. Desfilaron las mejores firmas: desde Valentino a Mila Schon, pasando por Lancetti o Tívoli. Más de cien modelos desfilaron majestuosamente, como en una procesión solemne, por la incompañable escalera de la Trinità del Monti, exhibiendo esos trajes que irán a parar a los guardarropas de princesas y millonarias. En la plaza,, quinientas sillas para los invitados de honor; pero por todos los rincones, por todas las calles adyacentes, en todas las ventanas hervía un público popular que vivió aquel espectáculo único entre el estupor y, la diversión.Como en los últimos cuatro años, también el verano romano de 1981 está lleno de novedades y de atracciones. Lo interesante es que hay para todos los gustos: pueden divertirse la viejecita y los jóvenes enamorados, los niños y los mayores, los intelectuales y los que apenas saben leer. El teatro de Roma presenta, en exclusiva para Italia, The passion play, de la compañía de teatro más importante del Reino Unido. La actuación tendrá lugar en el magnífico cuadro del centro Palatino del Colle Oppio.

Por primera vez, toda una serie de espectáculos teatrales se celebrarán al aire libre, en los parques, en las plazas, en los jardines públicos. Cada noche están abarrotados los conciertos organizados nada menos que en la plaza del Campidoglio. Bastan trescientas pesetas y, eso sí, muchas horas de paciencia para pescar una silla. El espectáculo es tan magnífico que se asegura que "interesa hasta a los sordos".

En total, este verano habrá en las noches romanas 67 actos importantes, entre teatro, conciertos, bailes, proyecciones, etcétera. Se ha organizado hasta una visita nocturna a la ciudad en autocares, guiada y comentada por los actores más famosos del país. No faltarán ni Alberto Sordi ni Mónica Viti. Se asegura que habrá bofetadas para salir en lo que aquí llaman el tren de los cómicos.

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Recordar los años sesenta

En los parques ha sido, por ejemplo, famosa en julio la fiesta de evocación de los años sesenta en Villa Ada. Cada noche, más de 10.000 personas, sentadas en la hierba, pudieron recordar en pantallas gigantes películas de los años sesenta, programas de televisión de aquel período y, sobre todo, bailar los bailes de entonces. Fue un espectáculo que interesó a todos: jóvenes y maduros. Cientos de parejas jóvenes fueron con sus niños, que dormían o miraban extrañados desde sus cochecitos. Estuvieron presentes entre la gente los actores y las estrellas de entonces. A Ugo Tognazzí querían nombrarle "presidente del Consejo de Ministros"...Este verano es muy activa la presencia artístico-cultural extranjera y exótica: noches africanas, con sus ritmos desencadenados; festival panasiático durante la primera semana de agosto, con músicos y danzarines indios, turcos Y japoneses. Estará hasta Kumari Yamini Krishnamurti, considerada la bailarina más importante del mundo.

Por lo que se refiere a conciertos, se puede decir que hay de todo: desde lo más clásico a lo más moderno. Los espectáculos se repiten en varios puntos de la ciudad y a diversas horas, para dar las mayores facilidades a todo tipo de público.

SI, hace unos años, la famosa dolce vita romana estaba reservada a unos pocos privilegiados y a personajes del jet set internacional, hoy el centro de Roma es un lugar de encuentro de los romanos, de todos: de los que viven en el centro y de las familias enteras que llegan desde los barrios para vivir parte de la noche romana asistiendo, a veces por diez pesetas, a espectáculos que nunca se hubieran imaginado.

Durante la noche, Roma está tapizada de vendedores ambulantes que ofrecen bocadillos y bebidas y, sobre todo, sandías, trozos de sandía y frutas de todo tipo. Y han vuelto a aparecer en las plazas más famosas, desde la de Navona a la de la Fontana de Trevi o la del Popolo, guitarras y conjuntos que cantan desde Quanto se¡ bella Roma hasta Granada. Es como descubrir Roma después de años de miedo, de oscuridad en el centro, de encerrarse en casa a las nueve de la noche. Hoy se ve a las familias con los niños por las calles y plazas hasta la madrugada.

Paradójicamente, es más peligroso circular de día que de noche. El que pasa el verano en Roma no puede aburrirse, sobre todo en esas horas en las que se puede salir a la calle, cuando empieza a aparecer el ponentino, ese airecillo que es clásico hasta de las jornadas romanas más ardorosas; basta escoger, basta salir y abrir los. ojos, basta pasear y escuchar, basta tener un poco de gusto, basta no ser una piedra. Al Ayuntamiento le cuesta la fiesta 1.300 millones de pesetas. Pero la gente, por primera vez, no se queja de un gasto público. Dicen que vale la pena.

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