Crisis en la policía
Si analizamos la sociedad actual en que nos desenvolvemos y examinamos la misma sin apasionamiento, después de un reposado estudio de las causas que inciden en la convivencia, vemos que se está tratando de llevarlo todo al fondo, entre otras razones, la continua alteración del orden público y el rostro terrible del terrorismo.Como responsables, en cierta medida, del mantenimiento de esa convivencia ciudadana aparece el Cuerpo Superior de Policía, directory coordinador de los servicios de seguridad al Estado, según reza en la ley de Policía, que por cierto no se cumple demasiado. Como árbitro, al margen de la dependencia función policial-Ejecutivo, debiera de estar el Sindicato Profesional de Policías, representativo sobre el papel de más del 85% del colectivo policial, y que, sin embargo, y a pesar de ello, no es hasta ahora considerado con entidad suficiente por la Administración, porque entiende que no solamente no posee el peso específico que representa, sino que aún y, como en la pasada etapa como asociación, puede seguir controlándolo a su antojo.
Las causas fundamentales de esa falta de arraigo, mejor aún de las razones que entorpecen el que en las fuerzas de seguridad del Estado, y concretamente en el Cuerpo Superior de Policía, cristalice en un sindicato fuerte y con capacidad de negociación y reivindicativo, son:
a) La falta de conciencia corporativista, posiblemente porque el escaso cultivo que de esta cualidad se hizo por quienes entienden como medio para controlar la policía el propiciar la máxima división posible.
b) La ausencia de valores solidarios de que actualmente padecemos en el método de convivencia, tal vez por un insuficiente proceso educativo soc¡al-profesional, as! como de una escasa o, casi nula lucha reivindicativa en los sectores del funcionariado del Estado.
c) El proceso de crisis general, por un lado, ante el profundo cambio de estructuras del Estado y las transformaciones consustanciales que tales reformas conlleva, y por otro, ante la tendencia alienante que un funcionario de status social medio, como es el nuestro, padece integrándonos en una pseudoburguesía en donde, como establecía Marcuse, nuestra área ecológica ha sido sembrada de satisfacciones dirigidas, castrando de esa manera un alto porcentaje de búsqueda de valores o inquietudes de cualquier tipo, y estancándonos en una peligrosa situación de letargo emocional definible como tolerancia represiva.
d) La escasa incentivación profesional que actualmente padecemos, por un lado, por una falta de transparencia en las actuaciones del aparato directivo, por otro, ante la política disgregatoria en donde, al establecerse absurdos planes de reparto de puestos y niveles, se fomenta la dispersión, se cultivan las rencillas internas, tendiéndose hacia una formación de elite selectiva, cuasi guardia de corps, pudiéndose postergar el resto de la profesión policial.
e) Una preocupante y marcada apatía que se consolida por la desgana o falta de interés por la escasa incentivación de la que anteriormente hablábamos y por la promoción de horizontes de interés fuera del ámbito puramente policial, el «síndrome de la titulitis», la repesca de buenos profesionales hacia sectores de la seguridad privada, empresarial...
f) El aislamiento brutal que se sufre con respecto al entorno en donde desenvolvemos nuestras funciones, falta de integración social que obedece a multitud de razones, entre ellas al fomento del principio de que «todo lo desconocido causa temor».
g) La precaria, por no decir regresiva, imagen con que se nos ha resentado ante los ciudadanos, impidiendo ese entroncamiento policía- sociedad mediante la decrestación, es decir, destruyendo progresivamente la dinámica de un fragmento del mensaje que debiéra ser policía=ayuda; por medio de la inversión, es decir, alterando selectivamente el mensaje de maner a estratégica, influenciando el receptor negativamente, condicionándolo en cuanto a los estados afectivos del mismo, distorsionando, modificando y transformando en grado a la profundidad del mensaje y repercutiendo en la carga emocional y en la filtración del mismo, realizándose lo que es conocido por parasitaje, es decir, añadiendo nuevos elementos el transmisor, pudiéndose dar una visióp, en suma, distorsionada de lo que es la auténtica realidad policial.
h) La disciplina coercitiva ejercida hasta ahora hacia todo lo que supusiese el cuestionar, analizar o considerar las órdenes, el método o el sistema llevado a cabo por la Administración, sosteniendo siempre sobre la cabeza de los funcionarios contestatarios la espada de Damocles, que constituye el expediente disciplinario dimanante de la aplicación de ese cuaternario reglamento tan caduco y trasnochado, más bien propio de estar en sitio preferente de sala de museo recordatorio de Torquemada, la torre nona y todo terror inquisitorial.
i) Finalmente, y aun cuando algo quede en el tintero, una razón poderosísima que afecta a nuestra realidad profesional es, sin duda, la desintegración corporativa a la que pasivamente estamos asistiendo, motivada, entre otras muchas causas, a lo mal que se asimilan por determinados sectores las graves dificultades de control como consecuencia de estructuras democráficas, como pueden ser, entre otras, el derecho a sindicación, realizándose como consecuencia de ello un trasvase de competencias hacia otros sectores entendibles como más disciplinarios, con el consiguiente perjuicio y merma de atribuciones, pudiendo terminar en breve plazo en un casi inútil cuerpo de estructura, funcionamiento y aplicación sustancialmente burocráticas.
Un sindicato profesional
Continuamente, el Sindicato Profesional de Policías denuncia estas y otras muchas dificultades con las que tropieza, considera que una importante, por no decir fundamentalmente aportación al asentamiento firme del proceso democrático es, sin duda, un Sindicato Profesional de Policías verdaderamente apartidista e independiente del Ejecutivo, que, aparte de, reivindicar mejoras a sus afiliados, trata por encima de todo de fiscalizar y hacer transparentes todas aquellas actuaciones en donde la policía, como órgano defensor del pueblo, a quien por encima de todo se debe, sea utilizada para sectores concretos de presión o grupos de interés.
Importante función la que corresponde a las fuerzas políticas, sindicales, así como medios de comunicación y quienes inciden en la opinión pública en general que esto sea de verdad una realidad, más que deseada, necesitada por todos; desaparecerán los abusos del poder y el intento de ocultación de lamentables hechos aislados, que, más que para beneficiar, lo hacen con el fin de sembrar de dudas razonables la actuación del resto de los buenos profesionales que día a día velan por la seguridad de todos.
En el difícil momento que nos ha tocado vivir, si uno no quiere arrimarse a una acera u otra de la calle tendrá que caminar por el centro, y cualquier conductor desaprensivo estará tentado de arrollarnos para después darse a la fuga. A pesar, de ello, vale la pena intentarlo.
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