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Carta a un compañero militar/y 2

Te anunciaba para esta segunda parte argumentos adicionales a los expuestos ayer. Pues bien, supongamos que hubiera triunfado el golpe de Estado: tendríamos al Ejército desunido y, por tanto, inoperante; una huelga general y otras formas de contestación que las fuerzas políticas y sociales mayoritarias hubieran desencadenado como protesta, que aumentarían más si cabe nuestros problemas socioeconómicos; las ansias de autonomía y de una organización mas racional del Estado aplastadas; una persecución de la cultura para impedir que ésta se convirtiera en plataforma de la contestación al nuevo régimen; a lo mejor un «orden público» mejorado, pero sólo en ciertos aspectos meramente formales, pues no estaría basado en el respeto a los derechos fundamentales de los ciudadanos y al valor de la convivencia entre discrepantes.Es dudoso que en materia de terrorismo se hubieran alcanzado éxitos espectaculares, ya que se proporcionaría a sus partidarios nuevas razones para intensificar la lucha, recibirían mayor apoyo social y el santuario francés sería refugio todavía más seguro que en la actualidad; pero aunque se consiguiera algún avance, posiblemente sería a costa de que proliferaran una vez más los grupos de dudosa afiliación, y los de raíz revolucionaria o separatista reencontrarían un cierto apoyo popular perdido. Las soluciones estables basadas en la convivencia y el respeto mutuo se retrasarían durante años. El desprestigio internacional sería brutal y nuestra orfandad podría ser utilizada por intereses políticos y económicos supranacionales, para explotar una vez más nuestra debilidad.

Mi querido amigo, yo sé que tú no puedes pensar ni desear todo esto que te he descrito, pero reconoce conmigo que hemos sido débiles, hemos callado ante ciertas insinuaciones y no hemos reaccionado con toda la energía necesaria. Sin obsesionarnos por nuestros errores del pasado, a partir de ahora debemos adoptar el firme compromiso de no tolerar la menor sospecha sobre nuestra lealtad y, apoyándonos en la disciplina y en el respeto a la autoridad del Gobierno y de la cadena de mando militar, permanecer unidos como una piña en el cumplimiento de nuestro deber, que no tiene nada que ver con el bochornoso espectáculo que unos compañeros nuestros dieron el 23 de febrero. Piensa que se cometieron gravísimos actos de indisciplina, no sólo ante el poder político, sino ante los más altos escalones de mando militar; se condujo con engaño a los propios subordinados para que, in

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cumplieran las Reales Ordenanzas; se hizo un uso interesado de la figura del Rey, tratando, en una vergonzosa campaña, de involucrarlo antes y después del golpe y se jugó con la ambigüedad de tener a muchos militares en la duda de si, con su actuación, estaban salvaguardando el orden constitucional o le atacaban. Me parece bien que se siga respetando, como es propio de compañeros, a las personas que cometieron estos actos, pero también hay que afirmar que estaban totalmente equivocados y confiar en que una acción de la justicia clara y rápida delimite las responsabilidades a que cada uno se haya hecho acreedor, lo cual no es óbice para que se preste apoyo a sus familias, siempre que se deje muy claro que ello no significa en modo alguno solidaridad con la rebelión.

Me puedes reprochar los excesos de dramatismo para defender un sistema democrático con demasiadis defectos. No me taches de ingenuo; ya sé que la simple existencia de una democracia formal no nos va a solucionar sin más todos los problemas, pero lo que sí te aseguro es que no encontraremos otra fórmula mejor. También sé que nuestra formación militar no nos echa en sus brazos y que hemos tenido que soportar, desde diversos mediosde comunicación, el martilleo constante de sus errores, que, aun admitiéndolos, no creo que sean tantos.

Te voy a poner un ejemplo: nos han hecho ver a las «autonomías» como el origen de todos los males y nosotros las hemos contrapuesto al concepto de «unificación», tan importante en orden cerrado como síntesis de la buena instrucción de las unidades militares; pero esa unificación no nos vale, ni la usamos, en ejercicios y maniobras, y mucho menos en campaña, para ésta tenemos una enorme variedad de Ejércitos, armas, servicios, especialidades, uniformes, equipos y armamento, y sómos tan celosos como el que más de nuestras «autonomías»; fijate a dónde llegamos que adjetivamos a ciertas. unida des con el rótulo de independientes, algo que a primera vista puede sorprender y que en realidad loque hace es reconocer su capacidad de vivir, gobernarse y combatir con una dosis bastante notable de autonomía, aunque, eso sí, con un gran respeto a la consecución del objetivo común; y si nosotros libramos pequeñas batallas por la preeminencia de nuestras banderas o guiones, por qué extrañamos tanto de que parecidas cosas les ocurran a otros españoles que beben en la misma tradición y tienen el mismo carácter, por qué no aceptar nuestra diversidad enriquecedora, siempre. que esté respaldada por el sentimiento de amor y respeto a una Patria común.

Te conozco demasiado bien para no adivinar tu último reproche de que en elfondo yo me encuentro a gusto en un sistema democrático y de libertades que, en un proceso de concienciación paralelo al de muchos españoles, venía deseando desde hace-años; no te puedo negar que sentí una gran alegría cuando nuestra Patria pasó, en. una transición pacifica que aun con sus defectos puede seguir calificándose de ejemplar, a un régimen democrático, pero en ningún caso defendí que dicho cambio fuera protagonizado por las Fuerzas Armadas. Queriendo la democracia, me opuse rotundamente a aquel erróneo espejismo de mirarnos en eLmodelo portugués como ejemplo a imitar; ni antes ni ahora defenderé el intervencionismo militar para influir sobre el modelo político que los españoles nos queramos dar, sino que pediré que el Ejército lo acate, lo defienda y colabore, dentro de lo que institucionalmente le corresponda, en su mejor desarrollo.

Colaboremos también nosotros, como ciudadanos, en el diseño de un proyecto ilusionante y sugestivo de vida en común, pero dejando a los políticos y líderes sociales que se dediquen a lo que es propio de su función y, «zapatero a tus zapatos», luchemos como militares por conseguir unas Fuerzas Armadas ejemplares, dedicadas de lleno al mejor servicio de nuestra Patria, con respeto y confianza en nuestros jefes, a los que debemos prestar nuestro máximo apoyo, y huyendo del peligro de buscar en cauces paralelos las soluciones que sólo encontraremos,con el reforzamiento de la autoridad y la disciplina. Desde el convencimiento de que lo vamos a conseguir, la esperanza puesta en un venturoso futuro de nuestra Patria que hará innecesario volver a escribir una carta como la presente y con la ilusión de que estas reflexiones te hayan sido de utilidad, queda a tu entera disposición tu amigo y compañero.

Miguel Silva Vidal es capitán de Ingenieros. La primera parte de este artículo fue publicada ayer.

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