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Di Stéfano vuelve a "su casa" de Buenos Aires

Alfredo Di Stéfano, sin duda el futbolista más completo de todos los tiempos, acaba de firmar como entrenador del River Plate, el equipo más potente y aristocrático de Argentina, donde empezó como jugador. La Saeta Rubia, como se le apodó pronto en España y alcanzó toda su fama en el Real Madrid, regresará a finales de agosto al Buenos Aires que le vio nacer, en su barrio de Barracas, el 4 de julio de 1926. Triunfador como jugador, también lo ha hecho en el banquillo, aunque su fuerte carácter le haya impedido tener una continuidad en los equipos donde ha estado. Su genio, que tanto le ayudó para formar con su calidad un tandem admirable en los terrenos de juego, casi siempre ha estado reñido con la diplomacia.Sin embargo, el River, en horas bajas, pese a tener la mejor plantilla de jugadores del país campeón del mundo, se ha acordado de él. No olvida que Di Stéfano hizo hace unos años campeón al Boca Juniors, equipo resucitado ahora con Diego Arrnando Maradona en sus filas, y que precisamente este fin de semana se juega el título ante el sorprendente Ferrocarril Oeste. Di Stéfano, en su carrera de técnico se fogueó en equipos como el Elche, el Rayo o el Castellón, pero alcanzó sus mejores éxitos, aparte del Boca, con el Valencia: campeón de Liga, en su primera época, y de Copa, así como de la Recopa europea, en la segunda. Tras este triunfo continental, y lo mismo que él había hecho en su época como jugador, cuando imponía su nombre a cualquier entrenador, no siguió en el banquillo, pues Mario Alberto Kempes ganó en su enfrentamiento. Ahora, estarán de nuevo juntos. Di Stéfano, pues, vuelve a su primera casa. Con su familia, sus hermanos. Dejará la otra, la que formó en España, con su mujer y sus hijos, por lo menos un año. Vuelve a Buenos Aires a recordar su primer equipo, que se llamaba Once y Venceremos; y el Imán, del barrio Flores adonde se trasladó el hogar cuando todavía era chiquillo y su padre quería que estudiara, aunque lo dejó pronto y se puso a trabajar en la granja cercana al pueblo de Los Cardales. Vuelve, justamente, al River, el equipo que le probó en 1943, cuando sólo tenía díecisiete años y le aprobó junto a otro chaval llamado Salvucci, que jugaba en el mismo puesto, entre trescientos aspirantes. Allí empezó su carrera futbolística, con la emoción de vestir la misma camiseta que su padre, de quien heredó su afición.

Desde las divisiones inferiores del River pasó en dos años al primer equipo, y tras cuatro temporadas -y una medía cedido al Huracán-, se marchó en 1949 a Colombia, donde fichó por el Millonarios de Bogotá. En 1952 víno a Madrid para participar en el torneo de las bodas de oro del equipo blanco y causó sensación. Tanto el Madríd como el Barcelona iniciaron pronto las gestiones para su fichaje, y Raimundo Saporta le ganó la partida a Pepe Samitier. Di Stéfano llegó a Barajas el 23 de mayo de 1953, Samitier, que le esperaba, se lo llevó a Barcelona. Saporta viajó a la Ciudad Condal y tras nuevas gestiones se acordó que jugara una temporada con cada equipo, empezando con el Madrid. El 17 de septiembre debutó contra el Nancy y más tarde en la Liga, frente al Santander. El Barcelona cedió sus derechos y perdió así el concurso de uno de los más grandes jiigadores de todos los tiempos, capaz de desenvolverse en todos los terrenos. Junto a otras figuras incorporadas fue, sin duda, la pieza básica del glorioso historial madridista, especialmente de sus primeras cinco copas de Europa. En 1956 adoptó la nacionalídad española y llegó a jugar 31 partidos internacionales con la selección. Elegido dos veces mejor jugador de Europa, fue el máximo goleador en cinco Ligas españolas. Sólo empañó un poco su carrera cuando quiso seguir en el Español. Eso no se lo perdonó nunca la Casa Blanca. "Quien sale del Madrid por la puerta de atrás no vuelve a entrar nunca", decía Santiago Bernabéu. Y no ha vuelto.

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