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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La población, a la hora del censo: el mercado de trabajo en los años setenta / y 3

Los años setenta habrán jugado el papel de década-bisagra entre dos épocas de la historia económica de Occidente. La ruptura que desde 1974 separa dos períodos de la década a la vez introduce un incierto cuarto final de siglo en el que las pautas socioeconómicas anteriores discurren «a la deriva», lejos del estable asidero de su regularidad pasada, todavía sin modelo recién nacido capaz de «encajonarlas».Al comenzar los años setenta, la economía española, en sincronía con los techos más álgidos de crecimiento del capitalismo occidental, alcanzaba las más altas cotas de producción e inversión de aquella época «dorada» iniciada en 1959, durante la cual, el PIB creció a una tasa acumulativa anual del 7% en términos reales hasta 1974. La configuración y dinámica del mercado de trabajo, aunque ya atenazado por sus insuficiencias estructurales, respondían a la altísima coyuntura global del sistema económico.

Por parte de la oferta o población activa ocurren dos hechos significativos en la primera mitad de los setenta. Tal como se refleja en el perfil creciente de la tasa de actividad femenina, que aumentó 5,7 puntos porcentuales, se producía en ese lustro una incorporación masiva de la mujer española al mundo del trabajo, que se tradujo en un aumento de población activa femenina en 904.900 mujeres en los años 1970-1974.

A su vez, la evolución al alza que conoció la natalidad española desde la segunda mitad de los años cincuenta se repercutía en la llegada de generaciones cada vez más «crecidas» a la población potencialmente activa, incidiendo en la hinchazón de las entradas netas en actividad del período. Este efecto todavía perdura hoy acumulativamente, ya que si bien la natalidad flexiona a la baja desde 1964, lo hace muy suavemente hasta 1977. Así, pues, en contraste con la década de los sesenta, durante la cual la población activa tuvo un crecimiento muy limitado, por efecto de la transformación de la estructura por edades, al coincidir en período de vida activa las «muescas» centrales de la pirámide de población, la oferta de fuerza de trabajo resulta muy ampliada por el «roedor» de la demografía desde el primer lustro de los setenta.

En continuidad con los años sesenta, sin embargo, sigue funcionando otro regulador estructural del mercado de trabajo español: la emigración exterior, cuyo saldo global para el conjunto del período 1970-1975 cabe estimar en unas salidas netas anuales del orden de 183.000 personas, aunque a partir del último año se ha invertido definitivamente el signo de dicho saldo.

Una demanda "boyante"

La demanda de trabajo por parte del sistema productivo medida por la generación global de empleo se mantenía a un nivel altísimo, alcanzando una tasa de crecimiento acumulativo anual del 1,4%, ya que, a pesar de la caída del empleo agrícola a un ritmo anual' del 3,8%, el sector servicios mantenía una tasa de creación de empleo del 4,3% y la industria, del 2,9%.

Las pautas de evolución de la demanda constituyen el factor predominante de la dinámica del mercado de trabajo en la economía española, empujando al alza, casi en términos de eclosión durante este período, las tasas de actividad (es decir, la oferta), sobre todo femeninas, y arrastrándolas a la baja en el período siguiente.

La incidencia de la crisis económica sobre el mercado de trabajo se ha traducido en un ajuste drástico de la población activa al ciclo de empleo y, por consiguiente, al ciclo económico general. La oferta se ha ajustado a la demanda en el mercado de trabajo español con una alta elasticidad, a diferencia de otros países, en los que la población activa (sobre todo femenina) ha mostrado mucha mayor rigidez ante la crisis de empleo.

Durante los seis años posteriores a 1974, la población activa española apenas si ha aumentado en 53.600 activos, mientras que, según la evolución tendencia¡ a largo plazo, tendrían que haber entrado unos 862.000 activos en términos netos en el mercado de trabajo en dicho período. Este crecimiento «truncado» en unos 800.000 activos es suficientemente expresivo de la amortiguación que ha supuesto el desánimo en la magnitud del paro medido por la encuesta de población activa.

El ajuste tuvo lugar, sobre todo, en los dos primeros años de crisis, durante los cuales la población activa disminuyó en 225.000 activos y se efectuó principalmente a través de la flexión en dos puntos porcentuales de la tasa de actividad femenina entre 1974 y 1976. A partir de este último año, dicha tasa se ha estabilizado, sin duda por un efecto renta que ha impuesto un «suelo» infranqueable.

Tal vez ningún indicador resulta más significativo del «descalabro» en el mercado de trabajo a raíz de la crisis que esa caída del empleo a un ritmo anual del 1,2% en los años 1975-1979, en contraste con el crecimiento del período anterior. En cifras absolutas, el balance de la crisis, en términos de empleo, no es menos impresionante, pudiendo estimarse en 1.200.000 los puestos de trabajo perdidos en los últimos seis años.

Este resultado es coherente con la disminución del crecimiento del PIB, que se sitúa en una tasa acumulativa anual de 1,6% por término medio durante los seis años de crisis 1974-1979 frente al 7,1% durante el decenio anterior a la crisis. En otros términos, tomando como indicador del impacto de la crisis la relación entre las tasas de crecimiento del PIB en los dos períodos, dicha tasa se ha visto «cuarteada» (exactamente reducida al 22,5% de su cota anterior) por efecto de la crisis. Para el conjunto de los países de la OCDE, este indicador se mantiene en torno al 49%.

El desglose de la caída global de empleo desvela una caída, acelerada con la crisis, de la ocupación agrícola a una tasa anual del 5,8%, un ritmo lento de caída del empleo industrial y una fuerte desaceleración en la creación de empleo por parte del sector servicios, cuya incidencia sobre el paro podría ser mayor que la de aquella caída, por la importante participación en el empleo total del sector servicios.

Este hundimiento de la demanda coincide inoportunamente con la llegada de las generaciones «crecidas», antes mencionadas, a las puertas del mercado de trabajo, una «tierra de nadie» donde los jóvenes se debaten entre el desánimo y el paro.

Un paro masivo de crisis

Junto al «paro de crecimiento» que se incuba en la economía española desde el decenio de los sesenta, enraizado en su modelo mismo de crecimiento, a partir de 1974 hace eclosión un « paro de crisis» resultante de todos los estrangulamientos y rupturas acaecidos en el mercado de trabajo en el segundo lustro de los setenta.

La tasa deparo de 1974, próxima al 3%, se ha multiplicado más que por cuatro en los seis años posteriores. A la altura del cuarto trimestre de 1980 alcanzaba el 13,2% sobre la población activa de catorce y más años. Dicha tasa es más del doble de la tasa media estimada para el conjunto de los países de la OCDE, el mes de diciembre último, en las «perspectivas económicas» de este organismo.

Isabel Agüero es estadística facultativa y jefa de sección de Previsiones Demográficas del INE; Joaquín Leguina es doctor en Ciencias Económicas y Demografía; Alberto Olano es economista especializado en Hacienda Pública y Demografía. Diego Ramos efectuó el proceso de datos.

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