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La historia de una drogadicta de 13 años, llevada al cine

Rosa Rivas

Christiane F. ha tenido en vilo a más de tres millones de espectadores desde que en el pasado mes de abril apareció su vida en las pantallas cinematográficas de la República Federal de Alemania. Una vida de trece años marcada por el sexo, las drogas y la violencia, según rezan ahora las carteleras de París. En esta ciudad se acaba de estrenar el primer largometraje de Ulrich Edel, un director alemán, de 34 años, ya experimentado en trabajos televisivos y conocedor de la auténtica y genuina Christiane, cuya historia se publicó en la revista Stern, fue multivendida e inspiró el pasado año a otro cineasta, Roland Kilick, quien pensaba dejar en su filme el título original: Nosotros, los niños de la estación del Zoo.A mediados de los años setenta, en Berlín, unos cuantos jóvenes quinceañeros -y aún menores, como Christiane- fijan su lugar de reunión en una sucia y ruidosa estación de autobuses. Observan a los viajeros: su cara, su ropa, sus ademanes... y calculan el dinero que pueden sacarles por un rato de grata compañía. Porque necesitan pasta, y mucha (la heroína, su droga habitual, está muy cara).

Christiane, como los demás, se pincha. Antes, ha probado otras cosas más blandas, pero llega un día en que se te junta el hastío familiar con el odio a la ciudad y a su vida escolar y decide colgarse, unirse a los miembros de su pandilla. Como ellos, es asidua visitante de las comisarías y le fascina oir a su ídolo, David Bowie, un famoso que también sabe qué es tener problemas con drogas.

"No hay salidas para los jóvenes, y la heroína es buena para escapar: ni ves ni sientes nada. Pero la única solución para esta vida alienante es cambiarla", dice Ulrich Edel, probador de droga en sus años jóvenes y a quien la protagonista verdadera de su película le contó cómo su amigo y ella hicieron terapia para desintoxicarse cinco o seis veces, sin éxito. "Una vez quisieron inyectarme Dios en vez de droga", comentó la chica. Sin embargo, ha conseguido parar su adicción; hace tres años que está limpia -ahora tiene diecinueve- y trabaja tranquilamente en una librería de Hamburgo.

Edel no quiso trabajar con drogadictos auténticos ni con actores profesionales. Buscó por las calles berlinesas unos cuantos chicos y chicas a los que "si les explicaba las reacciones de los drogatas, sabía que lo harían bien". Y les explicó hasta el último movimiento muscular. Tan bien lo han hecho Natjia Brunckhorst, la protagonista del filme, y sus compañeros, que la gente acude en masa a ver la película, a pesar de que reconocen dejarse a la salida la sensibilidad maltrecha en la butaca.

El comentarista del International Herald Tribune ha llegado a recomendarla como "de proyección obligatoria en colegios e institutos con drogadictos potenciales". Se trata, al parecer, de mostrarle a la gente joven unas vidas ejemplares, o quizá contraejemplares, de quienes lo menos que se hubieran planteado es constituirse en carne de moralina.

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Sobre la firma

Rosa Rivas
Periodista vinculada a EL PAÍS desde 1981. Premio Nacional de Gastronomía 2010. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Master en Periodismo Audiovisual por Boston University gracias a una Beca Fulbright. Autora del libro 'Felicidad. Carme Ruscalleda'. Ha colaborado con RTVE, Canal +, CBS Boston y FoolMagazine.

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