Los hijos del guardia civil asesinado impidieron que la ultraderecha politizara el entierro
«Callaros, cerdos; dejad tranquilo a mi padre, hemos venido a enterrarle en paz», gritaron dos de los hijos de Joaquín Gorjón González, el guardia civil jubilado asesinado el viernes en Basauri, a un grupo de jóvenes ultraderechistas, entre los que se hallaba un chaval de trece o catorce años que llevaba camisa azul y boina roja, cuando éstos comenzaron a cantar el Cara al sol a la salida del cementerio de La Seca (Valladolid).Eran las 12.45 horas, y minutos antes habían recibido cristiana sepultura los restos mortales del citado miembro de la Benemérita. Los dos hijos de Joaquín Gorjón arrojaron también puñados de tierra contra los miembros de la extrema derecha, la mayor parte de ellos llegados desde Valladolid, a quienes hicieron callar y a quienes increparon diciendo: «Le habéis matado entre los dos extremismos; lo que hay que hacer es acabar con unos y con otros».
Ambos, llorando y visiblemente nerviosos, se abrazaron posteriormente a su madre, María Regio, y a sus hermanos y hermanas políticos. La escena, de una gran tensión, duró apenas unos segundos, y se produjo cuando la mayoría de los asistentes al sepelio regresaban al pueblo tras la ceremonia religiosa. Un coronel de la Guardia Civil pidió, asimismo, silencio a los ultraderechistas, mientras otros miembros de la Benemérita, quizá por la rapidez con que se desarrollaron los hechos, no intervinieron, lo que motivó una alusión de uno de los hijos que participó en los sucesos: «La Guardia Civil», dijo, «está para guardar la política, no para hacerla», mientras el otro afirmaba, dirigiéndose a los ultraderechistas, que «mi padre no era político, sólo un hombre bueno; callaros y dejarnos en paz».
La arena lanzada contra el grupo de extrema derecha -no llegaba a la decena- alcanzó a una niña de corta edad que cruzaba por el lugar y le produjo algunos cortes leves en la cara.
Anteriormente, los ultraderechistas, entre los que había personas vinculadas a Fuerza Nueva, habían intentado ya capitalizar un acto que, por deseo de la familia, tenía carácter reservado. A la salida de la iglesia se escucharon gritos de «la Guardia Civil y la policía, con Franco no morían» y «Gobierno, dimisión», que apenas fueron coreados. Asimismo, se dieron vivas a la Guardia Civil y al Ejército.
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