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El Torneo de Wimbledon, un lujo para el deporte

Con la cuarta semana del presente mes de junio comienza el torneo de Wimbledon, sin duda el más importante y tradicional del tenis. El espectáculo que durante quince días se ofrecerá por 104ª vez en el All England Lawn Tennis and Croquet Club es un lujo para el deporte que el Reino Unido ofrece al mundo. Este año, de nuevo el sueco Bjorn Borg, que acaba de ganar por sexta vez en las pistas de tierra batida de París el torneo de Roland Garros, será el gran favorito. Su récord, tras haberlos superado ya todos en la hierba perfecta de Wimbledon, sería ahora redondear la media docena de triunfos consecutivos.

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Fácil camino inicial para Borg

Borg, como es tradicional, efectuará el primer servicio del torneo de Wimbledon de 1981, como ganador de la pasada edición. Ya antes de ese momento Londres estará a punto para celebrar al máximo su gran fiesta del comienzo del verano. Con el Tournament, como se denomina en inglés al torneo, se efectúa una verdadera concentración de aficionados y no aficionados en este barrio del sur de la capital inglesa. Allí tienen su «mini-Londres» no sólo con los mejores partidos de tenis que se pueden presenciar actualmente en el mundo, sino con todos los servicios de una gran ciudad a su disposición: pubs, comercios, desfiles de modas, oficinas bancarias, etcétera. El más prestigioso torneo del tenis mundial, que este año celebrará su edición número 104 -sólo hubo dos interrupciones, a causa de las guerras mundiales- es uno de esos acontecimientos que rebasan con mucho el ámbito deportivo para entrar de lleno en el mundillo social. El Reino Unido, que tiene en el deporte grandes ejemplos de su arraigada tradición: las carreras de caballos de Ascot, el Gran National y el derby de Epsom; el torneo de las Cinco Naciones de rugby -con su «templo» de Twickenham-, o las regatas de remo Oxford-Cambridge, en el Támesis encuentra en Wimbledon quizá su más alta distinción.Novedades de la presente edición, aparte de un aumento en los premios -que rebasarán en total los cincuenta millones de pesetas y más de tres al vencedor-, serán: nuevos vestuarios para las jugadoras y los recogepelotas; salas donde podrán descansar los tenistas entre los partidos y oficinas renovadas para los jueces, que pasarán, como nunca, exámenes de capacitación En la pista número uno ha sido ampliado en 1.250 el número de asientos y se ha instalado un nuevo equipo de siete marcadores electrónicos, con lo que el público que no pueda tener acceso a las pistas donde se jueguen los partidos importantes podrá seguir su desarrollo desde fuera. En resumen, Wimbledon se acomoda a los tiempos modernos, pese a mantener esencialmente su sabor tradicional. Buena prueba de ello fue la implantación del sistema electrónico el año pasado para saber la validez de los saques.

Sin embargo, electrónica incluida, es indudable que la «catedral del tenis» es famosa por sus tradiciones. Por ejemplo, el césped de sus dieciocho pistas de hierba, uno de sus orgullos, que raya en la perfección absoluta. Un jardinero, particular, y una docena de ayudantes, cincuenta semanas al año, cuidan de ellas para las dos del torneo y otras dos previas. Alguien ha dicho que en Wimbledon la hierba es más verde. Más o menos, como el vestuario de la pista central, en el más puro estilo victoriano, quizá más señorial que ningún otro.

En Wimbledon todo es respeto a la tradición. En realidad, se habla de una joya londinense, que podría compararse al Big-Ben o al palacio de Buckingham. Sin embargo, la dificultad para encontrar entradas es mucho mayor. Por algo el torneo se prepara durante un año y lo que se ofrece no es sólo un espectáculo deportivo, sino también social. Señoras ensombreradas, colegiales de uniforme o auténticos gentlemen, algunos con la corbata verde y violeta significativa de los socios del All England Club, se acomodan entre los aficionados «normales». Estos, si no han tenido la previsión o la fortuna de conseguir a tiempo los billetes anticipados, tienen dos soluciones: conseguir alguno de los sobrantes, que se sacan a la venta a última hora -en 1968 un carpintero de Brighton estuvo 58 horas en la cola para lograrlo- o bien acudir a la reventa, donde entradas de 3.000 o 5.000 pesetas para los encuentros finales triplican y cuadruplican su valor.

En realidad, el espectáculo es para todo un día, y por el medio pueden quedar detalles siempre importantes, como el postre típico de fresas con nata o el inevitable té de las cinco. Se trata del tenis y el deporte elevados al nivel de su cuarta dimensión.

Todos los mejores

Decir que en Wimbledon estarán los mejores tenistas mundiales actualmente casi resulta obvio. Mientras en el pasado torneo de Roland Garros faltó, por ejemplo, el norteamericano Roscoe Tanner, cuya arma fundamental, el servicio, no le resulta tan útil en tierra batida, ahora, en la «catedral del tenis», segunda prueba del Gran Slam, que completarán después los campeonatos de Estados Unidos, en Flushing Meadows, y los de Australia, en Melbourne, estarán «todos los mejores».

El norteamericano Jimmy Connors, por ejemplo, que encabeza el Gran Prix, después de 37 torneos -él ha disputado siete-, con 1.050 puntos, será el cabeza de serie número tres. Tras una razzia magnífica en los primeros torneos de la temporada en Europa no ha podido, en cambio, pasar de los cuartos de final de Roland Garros, donde fue eliminado por el argentino Clerc. Sin embargo, en hierba, como en otras superficies sintéticas, los estadounidenses sólo tienen el «freno» de Borg y Connors deberá ser uno de los semifinalistas lógicos, junto al sueco, gran favorito una vez más para lograr su sexto triunfo consecutivo -mejor aún que los seis alternos de París-, McEnroe y Tanner o Lendl. Este último, especialista en tierra batida, como lo ha vuelto a demostrar al ser finalista en Roland Garros, deberá confirmar que en hierba también es una gran figura. Cabeza de serie numero cuatro, marcha tras Connors, con 1.016 puntos en otros siete torneos del Grand Prix.

McEnroe, enemigo principal

Una mirada a la clasificación del más importante torneo de la regularidad por puntos muestra bien a las claras que en Wimbledon no faltará casi nadie. Unicamente Harold Solomon, noveno ante Borg, que no se ha dedicado especialmente esta temporada al mismo, al jugar sólo cuatro torneos puntuables. Cuarto, tras Tanner y delante de Vilas, Pecci, Noah y Gene Mayer -que no jugará por lesión- estará McEnroe, cluizá el mayor enemigo de Borg para el triunfo, como ya demostró el año pasado. Aunque en Roland Garros, notando igualmente su inadaptación a la tierra batida, tampoco pasó de los cuartos de final, al perder claramente con Lendl, acaba de ganar el torneo del Queen's, previo a Wimbledon, ya en hierba, superficie que le va perfectamente a su juego de potente servicio y eficaz volea. McEnroe perdió la última final de 1980 con Borg, pero se tomó la revancha después en Flushing Meadows, donde una vez más el sueco se quedó a las puertas del único gran triunfo que se le resiste y le cierra por ello las puertas del Gran Slam.

Los bookmakers o apostadores británicos tienen, lógicamente, en Borg al gran favorito, por cuatro a cinco, ante McEnroe, siete a cuatro; Connors, doce a uno, y Lendl, con Tanner, ambos a veinte a uno. Por detrás ya bajan los siguientes jugadores hasta 33 a 1.

En el lado femenino, mientras tanto, las dudas son mavores en cuanto al triunfo. La novedad «infantil» será Kathy Rinaldi, casi recordwoman con sus catorce años. Ya el año pasado la australiana Evonne Gocilagong, ausente ahora por su maternidad, dio la gran sorpresa -no por su técnica, sino porque ganó a la potencia- al imponerse a la norteamericana Chris Evert. En esta ocasión, tras no ganar tampoco la señora Lloyd Roland Garros, querrá tomarse la revancha. Pero a sus compatriotas Tracy Austin, Andrea Jaeger o Martina Navratilova -no tan bien de forma como años pasados, pero todas cuartofinalistas en el torneo previo de Eastbourne-, o a la checa ganadora en París, Hanna Mandlikova, no será fácil eliminarlas. Respecto a esta última, como a Lendl, le falta confirmar en hierba su calidad de tierra batida. La Asociación de Jugadoras protestó porque en Wimbledon se la considerara cabeza de serle número dos, por delante de las tres norteamericanas citadas, con mejor clasificación en el ordenador de la ATP (Asociación de Tenistas Profesionales).

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