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Los problemas urbanísticos en EE UU y la URSS, exponente de la diferencia entre dos modelos sociales

Las ciudades de la Unión Soviética y de Estados Unidos sufren problemas radicalmente opuestos que evidencian la diferencia que existe entre uno y otro tipo de vida. Sendos informes de la agencia France Presse dan cuenta de dos fenómenos nos actuales: mientras los arquitectos soviéticos y el propio Politburó se muestran preocupados por la masificación creciente de las ciudades rusas y del estilo ramplón y poco imaginativo de las nuevas edificaciones, las autoridades norteamericanas muestran su sorpresa por la creciente y alarmante despoblación de las grandes ciudades. Mientras los ciudadanos norteamericanos huyen de las aglomeraciones y buscan el clima y las condiciones del cinturón del sol, los ciudadanos soviéticos buscan urbes donde la arquitectura responda a las exigencias sociales de la comunidad.

Los representantes del urbanismo en la Unión Soviética están preocupados por el desarrollo mal planificado y poco estético de las villas y ciudades soviéticas, y por esta razón van a revisar la mayor parte de los proyectos arquitectónicos en curso. Los arquitectos soviéticos, reunidos en Moscú con motivo de su séptimo congreso nacional, han comunicado sus opiniones a tres altos miembros del Politburó: Kirilenko, Tchernenko y Gorbatchev, colaboradores directos del presidente Breznev. Según Gueorgui Orlov, representante de los arquitectos soviéticos, los profesionales actuales no tienen en cuenta en sus proyectos el rápido crecimiento de la población, y esto se traduce en una infraestructura insuficiente para las grandes aglomeraciones urbanas, falta de instalaciones comerciales y transporte colectivo inadecuado.La mayor parte de los soviéticos que viven en los extrarradios de las grandes ciudades conocen bien este problema. Los moscovitas, en especial, han visto en muy pocos años cómo desaparecían rápidamente los campos que rodeaban la capital para dar paso a gigantescas ciudades dormitorio. La falta de tiendas hace que estos ciudadanos tengan que realizar sus compras en el centro de la ciudad y, dada la mala organización del transporte colectivo, se sufren grandes pérdidas de tiempo. Es precisamente en este punto en el que ha insistido Orlov al señalar que el mejoramiento del transporte público y de los servicios comunes no marcha al mismo ritmo que la construcción de viviendas. Un problema, por lo demás, bien conocido en el mundo occidental.

Humanizar las ciudades

Gueorgui Orlov, colaborador habitual de la revista Noticias de Moscú, ha señalado que las ciudades soviéticas se han visto literalmente invadidas durante los últimos años por bloques de cuatro pisos, «edificios anodinos que hay que humanizar». Orlov ha dicho en el congreso, ante sus colegas arquitectos, que los proyectos son siempre los mismos, que no se tienen en cuenta las diferencias climáticas, paisajísticas y de forma de vida de las diferentes zonas del país y, en consecuencia, se producen construcciones inadaptadas. El secretario de la Unión de Arquitectos ha señalado, por otra parte, que en la arquitectura soviética no se tiene en cuenta la necesidad de armonizar las nuevas construcciones con el entorno paisajístico y, en especial, con los monumentos artísticos.Orlov ha pedido a sus colegas que asuman sus responsabilidades. «Aún queda mucho por hacer en el campo del urbanismo. Mientras se construyen veinte millones de nuevos apartamentos cada año, el 20% de la población viven aún en alojamientos comunitarios».

El undécimo plan quinquenal (1981-1986) prevé la construcción de 530 a 540 millones de metros cuadrados de superficie habitable, y, en consecuencia, según señala Orlov, las posibilidades de mejorar la arquitectura y el hábitat en las ciudades siguen latentes.

Las grandes ciudades norteamericanas al este del Misisipí están enfermas: desde Chicago a Washington, desde San Luis a Boston, los centros urbanos se van despoblando a un ritmo acelerado, poniendo en peligro el equilibrio económico de las aglomeraciones de la costa atlántica y del medio Oeste.

El censo de 1980 es bien elocuente al respecto: en diez años, San Luis (Misuri) ha perdido más del 27% de sus habitantes. La población de Cleveland (Ohio) ha disminuido en un 23%, y la de Detroit, capital del automóvil, en más de un 20%. Nueva York, todavía convaleciente tras haberse encontrado últimamente al borde mismo de la bancarrota, ha visto disminuir su población en un 10% en los últimos diez años.

No obstante, en apariencia al menos, las grandes ciudades no dan esa impresión de vacío progresivo. En Washington, calles enteras del gueto negro están siendo progresivamente recolonizadas por las clases acomodadas blancas. En Baltimore, un importante y prestigioso centro comercial acaba de ser inaugurado a lo largo del puerto. En Pittsburg, Detroit y Atlanta, grandes conjuntos inmobiliarios vanguardistas, con hoteles, oficinas ultramodernas y centros para congreso están en el centro.

Pero detrás de los rascacielos más modernos se perfila la crisis financiera más grave que han conocido las ciudades del Este y medio Oeste americano desde hace años. Muchos eran los que pensaban que la crisis energética incitaría a los norte americanos a abandonar sus coches y vivir en el centro de las ciudades. Los resultados del censo desmienten estas previsiones optimistas de los urbanistas: desde 1975, por cada familia acomodada que se instala en la ciudad, tres emigran al extrarradio.

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