Sin memoria
Alfonso Cabeza no tiene memoria. Si la tuviera no plantearía esa posibilidad de redimir al Atlético a base de una emisión de acciones por un total de 2.000 millones de pesetas. Al principio de su mandato decidió imponer a los socios un anticipo de 6.000 pesetas y la operación fue un fracaso rotundo. Pensar que los socios del Atlético pasen por taquilla generosamente a poner en la caja del club 2.000 millones es una utopía. Los seguidores tienen bastante con pagar su cuota o su abono. Los clubes que llegan a la situación difícil en la que se encuentra el Atlético deberían plantearse la resolución de sus problemas desde el punto de vista de la modestia.
El Atlético, que no posee en estos momentos caballos blancos que le saquen del atolladero ni solvencia suficiente para obtener créditos momentáneamente salvadores, debería resignarse, y sus socios los primeros, a vivir algunas temporadas simplemente discretas que le ayudaran a recomponer su economía.
Mientras Alfonso Cabeza intenta toda clase de piruetas para que el club no pase vergüenzas, la familia atlética está cada día más dividida. La marcha del el Lib, al margen los resultados deportivos y económicos, no es afortunada. La última salida tuvo como consecuencia que un directivo fuera a pasar la noche en un calabozo. El directivo en cuestión, un forofo al que le falta serenidad, no ha colaborado con su actitud a mejorar la imagen de la entidad.
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