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San Isidro recupera para Madrid el ambiente de verbena

Las fiestas de San Isidro han supuesto para Madrid la recuperación del viejo espíritu verbenero. El Ayuntamiento, que ha organizado festivales, quermeses, encuentros masivos en la Casa de Campo y certámenes de teatro callejero, puede hacer un balance positivo de la respuesta que los ciudadanos han dado a su múltiple iniciativa. Durante la semana pasada, a pesar de graves preocupaciones, algunas de ellas relativas a la salud amenazada por la misteriosa neumonía atípica, la alegría reinó entre los madrileños, que hoy se despiden de sus fiestas con un irreprimido aire de optimismo.

Finalizan hoy los espectáculos de las fiestas de San Isidro cuando la feria taurina va a alcanzar su plenitud. Durante una semana, Madrid ha vivido entre el micoplasma y el jolgorio, entre la Casa de Campo y la chopera del Retiro, el cuartel de Conde Duque y el Palacio de los Deportes.La corporación democrática decidió, y a ello se puso, organizar unas fiestas que fueran tales, unas fiestas que recuperaran para Madrid un ambiente que heredara aquel de la verbena, la quermés, la isidrada y el chocolate con churros. Desaparecieron (casi) los organillos, pero la gente ha respondido, ha tenido posibilidades de vencer el desencanto.

Ha habido muchas cosas. Unas buenas y otras no tanto. El teatro se lanzó al asfalto y penetró en el Metro, Els Comediants recordaban de buena mañana que el largo viaje hacia el tajo puede tener su pizca de juego, los títeres recorrían las plazas madrileñas, las máscaras congelaban las expresiones

Por las noches, la Chopera del Retiro buscaba el tono verbenero, un tono algo húmedo, porque la lluvia caía como suele ser tradicional por el santo y como conoce todo madrileño. Pero también cayeron por allí Mocedades, el ritmo de la salsa (aportación catalana a estas fiestas), pero también Olga Ramos y el cuplé, la voz vallecana de Luis Pastor y, en fin, como dice el nombre de unos participantes, Un Poquito de Todo.

Uno de los detalles finos fue la consagración festiva de Madrid como ciudad de aluvión. La presencia levantina a través de una estruendosa mascletá, el inmenso y maravilloso espectáculo de cante y baile flamencos en el Palacio de los Deportes, el homenaje de música y baile vascos a José María Iparraguirre, el festival de folklore castellano en la plaza Mayor, los homenajes de las casas regionales, etc.

En esta villa también hay niños, que sufrieron la mayor de las decepciones con la ausencia de Enrique y Ana, aunque tuvieron alguna oportunidad de divertirse con Teresa Rabal y algún espectáculo más.

También hubo música clásica por todos los lados, bandas de música (una de las tradiciones musicales madrileñas más castizas y arraigadas), una excelente programación de jazz que sufrió la ciática de Freddie Hubbard como mayor desgracia, una caótica iniciativa gastronómica, cerámica, restauraciones, y una inmensa romería en el Pinar de las Siete Hermanas, de la Casa de Campo, a la que se unieron más de medio millón de personas.

Inicio de los festejos con mala organización

La pena, la triste pena, fue el concurso de rock en Las Ventas y la programación de los espectáculos en el Palacio de los Deportes. Realizada sin orden ni concierto, la parte más cara de las fiestas sufrió de inpuntualidad, de suspensiones, de falta de interés, de mala publicidad, de montajes penosos y varios males de este tipo. Gloria Gaynor actuó frente a unos pocos cientos de personas, Chubby Checker no llegó a cantar, Bobby Vinton se quedó casi solo y lo único lucido fue lo de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez junto al flamenco y algunas actuaciones de grupos de aquí, como Mama, Tequila o Secretos.El resumen general se divide entre el capítulo de unas buenas intenciones y una realización apenas controlada por la corporación en sus aspectos efectivos.

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