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Giscardianos y chiraquistas inician una aproximación orientada a las próximas elecciones legislativas

La vida nacional pende en este país de la entrada en funciones del nuevo presidente de la República, François Mitterrand, el primer socialista que accede a la magistratura suprema en la historia de la República Francesa. Entre tanto, se preparan activamente las elecciones legislativas del próximo mes de junio. Al mismo tiempo que Valéry Giscard d'Estaing y Jacques Chirac se baten por el liderazgo de la nueva oposición conservadora, los grupos parlamentarios de los giscardianos y chiraquistas iniciaron anoche una aproximación que pudiera conducirlos unidos a la batalla legislativa. La política interior, como la exterior, de la Francia surgida del giro histórico del pasado domingo sólo podrá valorarse con cierta precisión tras esas legislativas.

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La Bolsa y los mercados de cambio se han alborotado, los once grupos nacionalizables, según la política económica electoral de Mitterrand, se mantienen expectantes, pero los franceses continúan trabajando normalmente. Cada cual en su sitio, espera que Giscard abandone el palacio del Elíseo para que Mitterrand efectúe la mudanza. Este último hizo saber anoche que renunciaba a toda declaración hasta que no entre en funciones. Ese momento debe decidirlo el Consejo Constitucional, garante del cumplimiento meticuloso de la Constitución. Alrededor del día 24 del mes en curso es probable que Mitterrand se estrene como presidente.Las elecciones legislativas, nuevo objetivo

Apenas recuperados de las emociones y tristezas del escrutinio del día 10 de mayo, las cuatro grandes fuerzas políticas ya preparan las elecciones legislativas que se celebrarían los días 21 y 28 del próximo mes de junio. Mitterrand se ve obligado a disolver la Asamblea Nacional con el fin de encontrar en el hemiciclo la mayoría de los franceses que lo eligió presidente por siete años.

Ante ese comicio esencial, que le permitirá gobernar o no a Mitterrand, el primer estallido espectacular, consecuencia directa de la derrota del domingo pasado, lo ha provocado la confrontación total entre los dos jefes de la antigua mayoría: Giscard y Chirac. El aún presidente, Valéry Giscard d'Estaing, abrió el fuego anteanoche, al acusar explícitamente a los chiraquistas de «traiciones premeditadas» y al confirmar que no se retiraba de la vida pública y que, por el contrario, conduciría una «agrupación democrática de centro» en las próximas legislativas. Momentos antes, el jefe de la Agrupación por la República (RPR), Jacques Chirac, le había tendido una mano.

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El alcalde de París, con vistas a la consulta del mes próximo, sugirió que los dos partidos presentaran un candidato único en todos los departamentos. La respuesta de Giscard fue la precitada: la guerra. Pero anoche surgió la sorpresa. Los dos grupos parlamentarios de la nueva oposición, tras reuniones celebradas en la Asamblea Nacional, se manifestaron dispuestos a estudiar la posibilidad de declarar el alto el fuego.

Las declaraciones de los unos y los otros coincidían: «Sólo la unión puede devolvernos el poder». El problema del liderazgo de esta oposición continúa en pie, pero de confirmarse la reconciliación entre gaullistas y giscardianos ese problema pasaría a segundo término. Teniendo en cuenta que la iniciativa de presentarse unidos a las legislativas es de Chirac, éste parece quedar en mejor posición que su enemigo.

Los comunistas y los socialistas también irán a la batalla legislativa separados. El PCF entiende recuperar el 5% de los votos que perdió en la primera ronda de las presidenciales. El voto legislativo será, en todo caso, el primer índice sobre la naturaleza de ese declive de los comunistas: ¿histórico o coyuntural? La preocupación de los socialistas se centra en el mantenimiento del electorado que votó a Mitterrand en las presidenciales y que no pertenece al socialismo: los gaullistas, los ecologistas y esa parcela de centro izquierda indecisa e importante que suele inclinar la balanza de los escrutinios en uno u otro sentido. ¿En qué medida seguirán en las próximas legislativas al partido del poder?

La dirección del PS parece ser que desearía nuclear lo más posible de ese electorado en torno al Movimiento de los Demócratas, dirigido por Michel Jobert, gaullista disidente y ex ministro de Asuntos Exteriores de Georges Pompidou, que votó por Mitterrand. Por ello no sería extraño que Mitterrand le ofreciese una certera ministerial, la de Exteriores, eventualmente. Ayer fue recibido durante dos horas y media por el nuevo presidente en su domicilio, en donde ambos almorzaron con el líder socialista portugués, Mario Soares, muy amigo de Mitterrand desde los tiempos del exilio del socialista luso. No cabe dudaque Jobert, en el primer Gobierno de Mitterrand, sensibilizaría a algunos gaullistas. Paralelamente, ese injerto extrasocialista, sumado al que representaría algún ministro de los radicales de izquierdas, les serviría a los socialistas para contraponer a la eventual participación de los comunistas en el Gobierno que se formaría tras los comicios legislativos.

Nacionalizaciones

Un ejemplo importante en materia de política interior. el de las nacionalizaciones. Mitterrand preconiza la nacionalización de once grupos, esenciales en el mecanismo económico-financiero del país. Pero uno de sus consejeros más escuchado y respetado en este país Pierre Mendés-France, advertía el otro día que todas las precauciones serían pocas a la hora de realizar las nacionalizaciones.

El ejemplo europeo es instructivo: Mitterrand entiende mantener las más profundas relaciones con Alemania Occidental, pero rechaza el eje París-Bonn, cultivado por Giscard. En junio próximo debe celebrarse la cumbre entre los dos países, prevista por los acuerdos franco-alemanes: ¿será mantenida? ¿Cómo se desarrollará?

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