Irlanda del Norte contiene el aliento ante el temor de que estalle una guerra civil si muere Bobby Sands
Mientras el cuerpo de Bobby Sands se autoconsume lentamente en el 60º día de su huelga de hambre, en la prisión de Maze (Belfast), y fracasa aparentemente la misión de John Magee, enviado del papa Juan Pablo II, Irlanda del Norte contiene su aliento ante lo que podría ser un fin de semana explosivo, si el diputado británico y miembro del Ejército Republicano Irlandés (IRA) Provisional llega a morir.
«Ni el ejército ni la policía podrán contenerlos», comentó un taxista refiriéndose a los activistas republicanos norirlandeses. En Belfast se respira una atmósfera tensa, con la ciudad invadida por periodistas del mundo entero y algunas personalidades. El último en llegar ha sido el comediante negro norteamericano Nick Gregory, quien se ha destacado siempre por su defensa de los derechos civiles. Por las calles, la poca gente que circula lo hace cautelosamente, y algunos gestos parecen indicar que se está preparando algo muy grave.En los barrios católicos de Belfast hay escasez de alimentos, especialmente de latas de conservas, y el pan ha desaparecido de algunas tiendas. Ayer fueron robados más de quince litros de ácido en una escuela de Armagh, y la víspera, unos atracadores se llevaron vendas y medicinas de un colegio de Belfast. Al parecer, algunos clubes republicanos están siendo transformados en posibles centros para heridos y refugiados de las zonas colindantes con los barrios protestantes.Ayer a mediodía, el secretario del Papa, John Magee, tras su aparentemente infructuosa visita a Sands en la cárcel, se entrevistó en Belfast durante una hora con el secretario británico para Irlanda del Norte, Humphrey Atkins. Este, en una declaración oficial, señaló que había recibido a Magee porque el sacerdote se lo había pedido, aclarando que la postura del Gobierno ante la huelga de hambre no cambiaría, y añadiendo que las condiciones en los bloques H de Maze son de las más modernas del mundo, y seguirían mejorándose.
Por la tarde, Magee volvió a la cárcel, pero esta vez, según fuentes republicanas, habló con los otros tres presos que se unieron a la huelga de hambre algún tiempo después que Sands: Raimon McCre, Francisc Hughes y Patsy O'Hara. Se entiende que el enviado del Papa ha intentado encontrar algún terreno común entre los huelguistas, que quieren un estatuto político, y el Gobierno británico, pero sin resultado. También ha apelado a la fe cristiana de los presos para que abandonen su huelga de hambre. Magee informará hoy al Papa de la situación.
Los unionistas oficiales (protestantes) están pidiendo a sus seguidores que no se dejen engañar con las amenazas del IRA. El diputado unionista por Armagh Harold McCussker se entrevistó ayer con Atkins para discutir la cuestión de la seguridad, especialmente en la zona fronteriza con la República de Irlanda (Eire).
Las fuerzas de seguridad se encuentran en estado de alerta y temen, si muere Sands, una revuelta popular de los católicos y una campaña de atentados del IRA Provisional. Tanto la policía del Ulster como el Ejército británico han intentado mostrar una cierta discreción, pero, sin embargo, se puede notar que han multiplicado sus patrullas.
Marcella Sands ha presentado ante la Comisión Europea de Derechos Humanos una querella contra el Reino Unido en nombre de su hermano, mientras que el grupo socialista del Parlamento Europeo ha pedido a la primera ministra británica, Margaret Thatcher, que envíe urgentemente un emisario a la cárcel de Maze, «a fin de salir del atolladero».
En la demanda presentada por el diputado británico se invocan los artículos del Convenio Europeo de Derechos Humanos relativos al derecho a la vida, la prohibición de tratos inhumanos y la libertad de expresión.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.