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La URSS, contra cualquier innovación

El Comité Olímpico Nacional de la URSS condenó con dureza en su reunión del pasado miércoles en la capital soviética, una posible revisión de la Carta Olímpica y, se reafirmó como defensor a ultranza de las tradiciones olímpicas, amenazadas, según comentaron los distintos participantes, por "las fuerzas reaccionarias que subsisten en el deporte internacional". Todo ello se produce sólo una semana después de la III Conferencia de Ministros Europeos Ocidentales del Deporte, celebrada en Palma de Mallorca, con conclusiones claras de injerencia política -criticadas por la revista Deporte Soviético-, y de la reunión, calificada como positiva por Juan Antonio Samaranch, presidente del COI, con las Federaciones Internacionales v el Comité Organizador de los Juegos de Los Angeles, en Lausana.Los miembros del Comité Olímpico soviético, según noticias procedentes de Moscú, mostraron también su oposición a la idea del Gobierno grieqo de un lugar permanente para los Juegos Olímpicos de verano, en Nea Opympia, a unos veinticinco kilómetros de la antigua Olimpia. Los numerosos oradores en la reunión plenaria, entre los que se incluyó el propio presidente, Serguei Pavlov, se mostraron unánimes al subrayar "la presencia en el deporte internacional de fuerzas reaccionarias que buscan no sólo la división del movimiento olímpico, sino destruir las tradiciones, con la orgzanización, especialmente, de juegos mundiales para deportes no olímpicos -un claro ataque a la Asociación de Federaciones Internacional (AGFIS)- e intentando crear unos Juegos Olímpicos para los atletas profesionales». En este último punto. concretamente con referencia a las posibles modificaciones que podrían hacerse en la debatida regla veintiséis de la Carta Olímpica, sobre el amateurismo, en el próximo congreso del COI en Baden-Baden, en septiembre, el Comité Olímpico soviético opinó con dureza: «Los profesionales harán daño a la propia naturaleza de los Juegos Olímpicos, que son los juegos de amateurs, y modificarán ¡gualmente el carácter honesto de la lucha deportiva».

Esta postura, evidentemente, es lógica desde el punto de vista del deporte en los países socialistas, pero supone también un nuevo problema para la unión del movimiento olímpico, que intenta conseguir Juan Antonio Samaranch. Si ya de por sí es muy complicado el terna de las posibles injerencias políticas en el deporte, por las cuales se produjo el gravísimo boicoteo a los pasados Juegos de Moscú, no menos complicada podría ser una disensión profunda en el propio seno del COI entre los mismos bloques en disputa deportiva.

Prueba de que las dificultades se pueden producir en cualquier momento y con causas no tan directas como la invasión soviética de Afganistán, la puede dar nuevamente el tema del apartheid surafricano.

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