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La Federación se defiende de Ia auditioría

La Real Federación Española de Fútbol envió ayer a EL PAIS unas puntualizaciones respecto al informe de la auditoría que los censores jurados de cuentas efectuaron en dicha Federación para el período contable de 1978. En su escrito, la Federación afirma que Porta sólo costó a la Federación 615.847 pesetas en dicho año, importe correspondiente a 48 viajes, la mayoría de ellos entre Barcelona, donde reside, y Madrid. Justifica las abundantes y elevadas facturas de restaurantes y rechaza que haya existido frivolidad o ligereza en los gastos.

Es norma de conducta que se impuso la RFEE desde que asumió su presidencia Pablo Porta, no intentar discutir información periodística alguna, por entender que, frente al riesgo de una posible publicación de datos erróneos o incompletos, debe prevalecer el principio de libre expresión de los medios de comunicación social.EL PAIS, durante tres días consecutivos, ha dado a la luz pública una información sobre los planteamientos contables de la Federación de Fútbol en relación con la censura de cuentas correspondiente al ejercicio de, 1978, y en ella se califican de irregularidades una serie de asientos contables correspondientes a las partidas del presupuesto que rigió para dicho año. El tema, por su alta especialización, reviste evidentes caracteres de aridez para las personas no expertas en este tipo de cuestiones, y, por otra parte, a través de las páginas de un periódico, es difícil plantear una polémica que no conduciría a resultados positivos y concluyentes.

Se entiende perfectamente que los censores jurados de cuentas cumplieron con su obligación profesional y también se alcanza que EL PAIS haya recogido la información derivada de Ia auditoría al servicio de sus lectores.

Pero aunque repetimos que la cuestión es de una gran aridez, en un intento de profunda síntesis, podría decirse que la alternativa consiste en dilucidar si la RFEF cumplía con las normas -teóricas aplicables a todas- las federaciones deportivas o si, por el contrario, realizaba una contabilidad sui generis, admitida expresa y tácitamente por la entonces Dirección General, de Deportes. En otras palabras: si Ia RFEF se debía ajustar, al redactar sus pre supuestos, a normas específicas como consecuencia de los medios de su financiación (un porcentaje sobre los ingresos que percibe la Dirección General de Deportes, provenientes del Patronato de Apuestas) o, por el contrario, si debía ajustarse al mismo procedimiento general que imperaba, en las restantes federaciones nacionales. Esta es la cuestión de fondo y el tema a debatir.

Pero pese a la complejidad del tema, la sagacidad y buen oficio del autor de la información, tenía que destacar, en un recuadro titulado «Gastos de la Federación», aquellos aspectos que podían llegar al gran público con aires noticiables. Pero probablemente por una deficiente información recibida o por la propia complejidad de números, partidas y expresiones técnicas contables, se incurrió en algunas imprecisiones, que si bien se reconoce no rozan la honorabilidad de persona alguna, sí pueden sugerir un aire de frivolidad y ligereza en la administración de los bienes federativos que indefectiblemente tienen que impresionar al lector.

Se inicia el comentario «Gastos de la Federación» manifestando en el primer párrafo que «Porta le cuesta a la Federación cerca de 2.300.000 pesetas, según la larga relación de facturas que reseñan en el texto. Aparte de 1.400.000 pesetas en concepto de "gastos de representación de la mayor responsabilidad, la larga relación de billetes de avión, gastos extras y demás de Pablo Porta pasa de las 850.000 pesetas».

Pues, no, en rotundo. Porta no le cuesta a la Federación los 2.100.000 pesetas mencionadas. Porta le costó a la Federación 615.847 pesetas en el año 1978 consecuencia de 48 viajes y desplazamientos, y cuyo gasto se asemeja a lo que percibe cualquier funcionario medio de la Federación. Ello dicho sin contar que 150 días en un año ausente de su domicilio y de sus ocupaciones profesionales no han tenido compensación alguna, pues la primera medida que tomó Porta al asumir su cargo fue renunciar al importe de los gastos de representación (500.000 pesetas) que tenía asignada la presidencia en presupuesto. Y haciendo un recuento numérico puede señalarse fue en seis años de mandato Porta ha renunciado libremente a la cantidad de tres millones de pesetas.

La confusión se plantea cuando al referirse el informador a «gastos de representación de mayor responsabilidad» los asigna a la presidencia, cuando tal concepto viene referido a aquellos funcionarios que, en razón de su alta responsabilidad, perciben unas gratificaciones mensuales que ascienden a la aludida cantidad anual de 1.400.000 pesetas; este concepto es de aplicación al personal técnico, jefes de la administración, quebrantos de moneda de cajeros, etcétera, no al presidente, desde luego.

Se continúa diciendo que ha llamado la atención la elevada cantidad de 1.570.616 pesetas que se entregaron al secretario general en concepto de su jubilación, que se produjo aquel año. Es posible que llame la atención, pero dicha indemnización se produjo al amparo de lo dispuesto en el Reglamento de Régimen Interior Federativo, que establece que todo el personal, a su jubilación, percibirá, en concepto de premio, el importe de una anualidad. El sentido social y el premio al trabajo durante más de veintinueve años hacen que huelgue todo comentario.

Cruz Roja

Se prosigue haciendo alusión al «regalo de una caja de bombones de 8.000 pesetas a las señoras de la mesa petitoria en la Fiesta de la Cruz Roja (el donativo de la Federación fue de 20.000 pesetas)». En el fondo es cierto, pero no en la forma. Se hizo obsequio de bombones por valor de 8.000 pesetas, pero no a través de una caja, sino de cuatro; se entregaron 20.000 pesetas, pero no como donativo único, sino en cuatro de 5.000 pesetas cada uno de ellos, precisamente porque eran cuatro las mesas petitorias vinculadas al fútbol: la del Ministerio de Cultura, la del Consejo Superior de Deportes, la del club Atlétito de Madrid y la del Real Madrid. Los altos fines benéficos de la Cruz Roja y los importantes servicios que dicha magnífica entidad presta todos los domingos en los campos de fútbol mueven a pensar que quizá la Federación fue tacaña en sus atenciones llegada la fiesta anual que supone la cuestación citada.Es cierto que al vicepresidente y a un jugador del Club Atlético de Madrid, en el equipo nacional a la sazón, se le abonaron las libretas de sus pasaportes. A la Federación se le olvidó reclamar su importe, que era del tenor de doscientas pesetas.

En lo que se refiere a la cuenta de restaurantes, alguna de ellas de elevado importe, es tema que entra en la teoría de la relatividad. Abonar, 100.000, pesetas por el servicio a cincuenta personas es cifra que se ajusta a los precios vigentes en el mercado de la hostelería; 100.000 pesetas para 75 personas suponen un menú muy modesto; es decir, los almuerzos preparatorios como jornadas de trabajo de los presidentes de Primera División se componen de veinticinco personas; los de Segunda, de unas treinta; los de Tercera alcanzan 175, y si nos referimos al de la asamblea general, el número sobrepasa el de quinientos. No parece justo, pues, que se enjuicie este tema sin las precisiones necesarias, que son fundamentales.

Reuniones

Cabe, por último, aludir, a las reuniones en Madrid de la junta directiva. Por imperativo de la política descentralizadora y representativa vigente en los estatutos, esta junta directiva está compuesta por miembros residentes en todo el territorio nacional, en su mayor parte, en número de veintitrés. En 1978 se celebraron doce reuniones de la junta directiva, y ello supuso, por todos los conceptos de viaje y estancias, la cantidad de 2.062.444 pesetas, que supone que cada sesión costara exactamente 171.870 pesetas.Se han descrito con precisión aritmética todos los gastos de la Federación que llamaron la atención del informador, considerándolos superfluos o sugeriéndolo así en la forma de presentarlos. La verdad siempre es hermosa, pero ha de presentarse completa y pormenorizada. Con todo lo expuesto se justifica ampliamente que no ha existido por parte de la RFEF frivolidad o ligereza, sino que se ha ajustado a las necesidades auténticas de una Federación que, al igual que el resto de congéneres extranjeras, intenta, dentro de sus propios condicionamientos económicos, producirse con talante de dignidad y seriedad en todos sus actos.

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