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Inaugurada la oficina municipal del Plan General de Madrid

Breves discursos pronunciados por Eduardo Leira y por Enrique Tierno sirvieron ayer para inaugurar oficialmente los locales de la oficina municipal del Plan General de Madrid, en los que durante los próximos meses se van a concentrar buena parte de los trabajos de revisión del Plan General del Area Metropolitana de Madrid, en lo que se refiere al municipio de la capital.

La inauguración, un acto en el que se dio cita buena parte de los urbanistas que desarrollan su trabajo en la ciudad, supone un paso más en el ya largo y pesado trabajo de revisión del planeamiento madrileño, iniciado en innumerables ocasiones, incluso en vida de Franco.A finales del mes de septiembre del año pasado, el Consejo de Ministros aprobó un decreto por el que se otorgaba el visto bueno oficial a la fórmula que había sido negociada unas semanas atrás entre la izquierda -ya ocupante de los principales ayuntamientos de la provincia- y UCD -detentadora del poder central-. De acuerdo con ese decreto, la Comisión de Planeamiento y Coordinación del Area Metropolitana de Madrid -Coplaco- cedía parte de sus competencias en la formalización del planeamiento para que fueran los propios municipios afectados los que se encargaran de decidir cómo debería ser su desarrollo urbanístico en los próximos años.

El Consejo de Municipios del Area Metropolitana, organismo creado por los ayuntamientos integrados dentro del área, se encargó de repartir entre todos ellos la aportación económica que la Administración central transfirió a todos ellos para la ejecución material de los trabajos de revisión.

Un plan general, urbanísticamente hablando, supone la norma legal básica que regula los derechos de los propietarios del suelo a edificar en él. Esa necesidad de regulación de un derecho (que, en principio, aparece para todos igual) nace en el momento en que se hace imprescindible evitar que la ciudad crezca de forma incontrolada y sometida exclusivamente a la especulación del suelo.

Actualmente, Madrid y su área metropolitana están regulados urbanísticamente por el Plan General elaborado en el año 1963, que más atención le otorgaba al desarrollismo propio de aquella época que a la exacta distribución de la utilización del suelo. Gracias a ese plan general, más de una fortuna pudo hacerse, partiendo exclusivamente de unos terrenos heredados como baldíos o comprados por cuatro perras y después revalorizados en función de la cercana situación de una boca del metro o de un verde público que intentaba atraer a los ansiosos por salir de una ciudad atenazada por el cemento.

El nuevo plan general que se pretende hacer ahora, y para cuya elaboración entra en funcionamiento la oficina inaugurada ayer por la mañana, habrá de intentar reducir la alta densidad de vivienda que registra hoy Madrid. En esa labor, tanta importancia habrá de tener la armonización de las necesidades reales de la población como la evitación de un desarrollo incontrolado de la ciudad.

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El de 1963 es el sexto plan urbanístico que, a nivel global, tiene esta ciudad. Con anterioridad, partiendo de 1860, se han sucedido en Madrid los proyectos del plan Castro, que prevé el primer ensanche de la capital; el proyecto de Núñez Granés (1909), que intenta ordenar el extrarradio, que, por aquel entonces, empieza a verse poblado por las llamadas clases populares emergentes; el Plan de Extensión Municipal (1933), que fue el antecedente inmediato de las ordenanzas municipales de edificación; el plan Besteiro (1939), que no pasa de ser un simple intento normativo, y el plan Bidagor (1939-1946), que supone el antecedente inmediato del plan de 1963, en un intento por consolidar lo ya existente en aquel entonces.

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