Esperanza

¿Será posible, en estos momentos, romper el poder del miedo y recobrar la esperanza? Se hace difícil tomar de nuevo la palabra para seguir creyendo contra una historia que nos presentan como inevitable para esta vieja piel de toro, que, dura, difícilmente, queremos seguir sintiendo como cobijo. Y, sin embargo, es otra vez hora de seguir haciendo posible la convivencia. Es tiempo de lucha esperanzada por una democracia que dista aún de empapar cada rincón y cada palmo de nuestras instituciones, tierras y pueblos. Y desde el oficio de intelectual, nada quizá más urgente que profundizar en ese concepto y exprimir hasta el compromiso personal y colectivo su significado total.Significación total que aleje de nuestro quehacer posiciones exce-

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sivamente esteticistas o narcisistas, polémicas estériles hic et nunc sobre determinados temas, en rigor, no fundamentales; profetismos o sacerdocios que más se acercan a la autocontemplación que al análisis riguroso de lo real. Estilo de ser y actuar que no puede dejar a un lado nuestra solidaridad, crítica sí, pero no ambigua con los legítimos representantes del pueblo, que no puede soslayar el compromiso ético con la fuerza de la razón, frente a la sinrazón de la violencia, que no debe olvidar una suficiente autocrítica de tanto inútil esfuerzo en lo accesorio y demasiado abandono en la profundización y extensión de la democracia a todos los niveles del país.

No es momento de calcular oportunamente tiempos y señales de una involución que todos justamente debemos alejar del horizonte real. Es hora de asumir que los valores democráticos se realizan colaborando en acercar a cada sujeto, personal o colectivo, ese gobiemo lejano aún del tejido social. Tal vez no esté pronto el ánimo, o quizá el pensar se haya vuelto ya escéptico y dístante, pero no debemos, no podemos aún perder la esperanza. /