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El atentado contra el Presidente de Estados Unidos

George Bush, el "delfín escogido por el presidente

«Bush es la mejor fórmula si yo me encuentro ausente». La frase del presidente Reagan, pronunciada el pasado día 25, cuando decidió que el vicepresidente de Estados Unidos asumiera la dirección de la política exterior norteamericana en caso de crisis, en lugar de Alexander Haig, puede resultar un profético anticipo tras el atentado.George Bush, un republicano duro que ha cosechado hasta ahora más éxitos en los negocios que en la política, fue consagrado con esta decisión presidencial como el verdadero delfín de Reagan, con lo que quedaba zanjada una guerra larvada entre dos hom breá clave de la Administración republicana.

Quienes conocen a Reagan y Bush los describen como una especie de antítesis. El primero, pausado, sin gestos, de apariencia tranquila. Bush, impulsivo, de ademanes firmes y gestos amenazadores. Bush se definía en la campaña electoral como «un hombre de negocios», hijo de un banquero y una rica heredera, elegido congresista por el distrito más rico de la más rica ciudad norteamericana, Houston, Tejas,

Su curriculum, sin embargo, apunta por otros derroteros. Embajador en la ONU con Richard, Nixon, primer representante de Estados Unidos en Pekín, bajo el mandato de Gerald Ford, director de la CIA, miembro de la poderosa y ambigua comunidad intemacional de los negocios y la política conocida por el nombre de Trilateral.

A pesar de su amistad con Nixon, Bush logró dejar intacta su imagen de independiente en el borrascoso proceso del Watergate, que vivió de cerca como presidente del comité republicano, en 1973 y 1974. Después de dirigir la CIA durante año y medio, y apoyado nuevamente por su familia y un poderoso grupo de banqueros y hombres de negocios, George Bush se lanzó a la carrera presidencial.

En el curso de su carrera política, George H. W. Bush ha mostrado más talento para hacerse nombrar en funciones importantes que para resultar elegido. Reagan, además de para compensar su candidatura con un hombre de la costa Este, eligió en él a un segundo trabajador y fiel. A nadie se le escapó entonces además que la elección de vicepresidente por tin hombre de 69 años tiene una importancia mayor que la de completar una fórmula.

Reagan no escogía en el hoy hombre clave de Estados Unidos ni a la aventura, ni a la derecha ideológicamente consistente, ni, por supuesto, al representante del dinero. Escogía, fundamentalmente, aun hombre joven, enérgico, de probada experiencia internacional y capaz de asegurar con mano firme su sucesión al frente de la Casa Blanca.

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