Un militar, con fama de liberal, en un Ejército golpista
Roberto Eduardo Viola, 56 años, teniente general retirado, tiene fama de militar liberal en un Ejército de amplia tradición golpista. A diferencia de su amigo Videla, que nunca se asesoró más que de su Estado Mayor, suele decirse del nuevo presidente que prefiere escuchar las opiniones de políticos y diplomáticos.Hijo de emigrantes italianos, nacido en un barrio obrero de Buenos Aires, el general Viola es un porteño típico. Forofo del River, al que ahora tendrá que conformarse con verle en la televisión, buen jugador de naipes y aficionado a la tertulia de bar con sus amigos. En opinión de un hombre de su equipo, el nuevo presidente sería la media matemática del argentino: enamorado de la. ciudad, pero emparentado con el. campo a través de su mujer, Nelida.
Se le tiene por un hábil negociador, que prefiere escuchar antes de hablar, frío en los momentos de presión ambiental y hombre que nunca muestra su última carta. La ascendencia italiana ha marcado la faceta profundamente esta personalidad de Viola.
Su carrera militar le ha situado easi siempre detrás de Videla, a quien va a suceder. Quienes conocen a ambos, aseguran que no hay, entre ellos ninguna discreparicia seria, tan sólo Ios separaría el talante, más dialoguista en el caso de Viola.
La moderacíón del nuevo mandatario tuvo, quizá, su prueba más severa en septiembre de 1979, cuando era comandante enjefe del Ejército. El general Menéndez se alzó, entonces, en Córdoba, haciendo temer un enfrentamiento sangriento entre facciones de las fuerzas armadas. Viola se limitó a rodear la ciudad y forzarle luego a venir a Buenos Aires, después de deponer las armas. Menéndez fue destituido y encarcelado, por poco tiempo, tras una entrevista con Viola, cuyo contenido nunca se divulgó.
Sin ninguna tradición militar en su familia -su único hijo varón prefirió el fútbol y los caballos de carreras-, Roberto Viola se ha opuesto siempre a la aristocratización del Ejército. Su carrera castrense se inició en la escuela militar en 1942 y finalizó en diciembre de 1979, al retirarse con la máxima graduación, teniente general. En medio, le tocó dirigir la atción del Ejército contra la guerrilla. Considerado como un buen estratega, sus amigos militares opinan de él que se mueve con mejor soltura en los ambientes políticos.
Ha dicho de sí mismo que es un hombre del proceso actual, en el que participó, según confesión propia, desde antes del 24 de marzo de 1976, fecha del golpe militar. Era, por aquel entonces, jefe del Estado Mayor del Ejército, una vez más de segundo del entonces comandante en jefe, Jorge Rafael Videla.
Políticamente, se le considera un hombre de centro, de tendencias liberales en lo económico. El fue quien hace tres años incluyó en sus discursos términos entonces prohibidos -democracia, partidos, pluralismo- y defendió la necesidad de iniciar un diálogo político más allá del ámbito castrense. El va a ser ahora el encargado de canalizarlo.
De él dijo Videla, en su último discurso, que si hubiera podido elegir a su sucesor, éste hubiera sido Roberto Viola.
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