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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El "cuarto partido" en el Reino Unido

DIECIOCHO BATERIAS de teléfonos están informando incesantemente a los británicos de la verdadera naturaleza y profundidad de la Alianza Social Demócrata, aparecida entre equívocos: el de su propio nombre -la socialdemocracia ha amparado, en la historia de Europa, tendencias muy diversas, desde formas de comunismo a simples suavizaciones o humanizaciones del capitalismo- y el de las definiciones de sus propios padres fundadores, que la han calificado a veces de centro izquierda, a veces de centro radical. Los equívocos. han afectado también a este periódico (véase EL PAIS de 14 de marzo: «Aparece la socialdemocracia en el Reino Unido», que en un editorial confuso, parecía insinuar erróneamente que esta escisión del laborismo era por la izquierda, y no por la derecha, como verdaderamente es. Los diputados iniciales del nuevo partido, nacidos en principio de dicha escisión laborista, recorren el país; sobre todo los que pusieron la semilla inicial, que ya son conocidos como la banda de los cuatro: el ex ministro David Owen -que hace la campaña en Southampton y Plymouth-, Shirley Williams -Edimburgo y luego Brighton-, Roy Jenkins Cardiff, Manchester- y William Rodgers, la cabeza organizadora, que se trabaja Norwich y Leeds. La explicación no es fácil: un cuarto partido parlamentario que influya en el viejo equilibrio entre laboristas y conservadores con el balancín liberal, aparece ante los ingleses tradicionales a veces como algo sorprendente y extraño, a veces como una ilusión política.La historia empezó en el mes de enero pasado, tras el congreso de Wembley, en el que el Partído Laborista, entre borrascas antiguas y modernas, dejó que alumbraran tesis de su ala izquierda, entre ellas el desarme nuclear, el abandono de las organizaciones europeas, como la Comunidad y la OTAN, y un proyecto de nacionalización de las industrias. La presión del ala izquierda de las Trade Unions sobre la forma de elección de la dirección del partido incidían en esta posición dura. La repulsa de los moderados a esta tendericia triunfante hizo pensar no todavía en una escisión ni en un nuevo partido, sino en la institución de un grupo socialdemócrata (el Council for Social Democracy) que actuara desde dentro. Las adhesiones recibidas y las esperanzas abiertas han hecho que este grupo se esté transformando en partido, y que desde ayer, 20 de marzo, comience su campaña nacional. El riesgo de que la moderación fuese perjudicada por la idea de un excesivo derechismo hace que el partido y sus oradores estén asumiendo algunas posiciones de izquierda en determinados temas y, sobre todo, que no dejen perder en ningún caso términos como izquierda o socialismo en su nomenclatura.

La posición del Partido Laborista es, naturalmente, de rechazo. Pero tampoco el Partido Conservador está nada satisfecho. Lo que podría suponerle de favorable una escisión de sus rivales laboristas tiene la contrapartida de que algunos de sus electores, poco agradecidos a la señora Thatcher por su exceso de derechismo, por el presupuesto y los intentos de legislación social, se muden hacia estos prometedores socialdemócratas. En cuanto al tercer partído, el liberal, no tiene todavía muy clara su posición. En un principio le pareció maravilloso poder formar una alianzá que, a la larga, le proporcione un camino hacia el poder perdido hace tantos años; pero teme también que pueda llevarse sus electores y que en la alianza algunas de sus antiguas esencias se pierdan. Uno de sus diputados, Cyril Smith, que presume de hablar de acuerdo con el líder liberal David Steel, acaba de considerar a los socialdemócratas como un «partido laborista mark II», y el propio Steel parece desear algunas condiciones previas antes de llegar a un acuerdo: que los socialdemócratas procedentes del Partido Laborista rompan abiertamente con ese partido, que celebren conversaciones profundas con los liberales para realizar un programa común por la duración de esta legislatura y que en la alianza electoral cada uno de los dos partidos mantenga una identidad y una política separadas.

La campaña que comenzó ayer debe contribuir a esclarecer cuál es la verdadera identidad de la socialdemocracia británica y a la confección de su programa. El propósito actual es el de mantener una dirección colegiada a cargo de los miembros del Parlamento que formaron el Consejo en enero, hasta que la afluentia de nuevos afiliados -a los que se ofrecen ya números de cuenta corriente y facilidades de pago mediante tarjetas de crédito para sostener el partido, que inicialmente carece de fondos- puedan reunirse en congreso y elaborar el programa y nombrar la dirección. El ímpetu inicial es fuerte; pero sólo el resultado de esta campaña podrá decir si los socialdemócratas, cuyas actitudes algunos tratan de comparar con las de los nuevos radicales, que proliferan por doquier, tienen un futuro real como partido. De momento sirva esta explicación para palíar la confusión y los errores creados por nuestro anterior editorial.

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