Estudiar en la biblioteca
En relación con la respuesta de Hipólito Escolar, el pasado domingo, a mi carta con críticas al funcionamiento de la Biblioteca Nacional, quisiera hacer algunas puntualizaciones.Ante todo, hay en ella un método, yo diría que habitual, pero indigno de un alto funcionario del Ministerio de Cultura, que consiste en responder a las protestas echando lodo sobre aquel que se ha atrevido a alzar la voz, para demostrar así al resto de la sociedad que se trata de un ser extravagante u odioso. Pues bien, en relación con mí irascibilidad, me limitaré a dar un dato: en más de veinte años que llevo frecuentando la Biblioteca Nacional y otros múltiples centros de investigación extranjeros y nacionales, no recuerdo haber tenido nunca, hasta la semana pasada, roce ni altercado alguno con sus funcionarios, e incluso me honro con la amistad de aquellos de sus directivos que se dejan ver por los usuarios.
En cuanto al hecho de que una mínima parte de mis papeles de aquel día fueran unos exámenes, no vale la pena justificarlo; por lo visto, los directivos de la Biblioteca pretenden fomentar la creación literaria obligando a esperar la media hora que tardan en traer los libros ante hojas en blanco. Pero no diré más para no caer en la trampa que el señor Escolar tiende de desviar hacia mi persona el problema planteado en mi carta, que en la suya queda sin respuesta: ¿por qué, ante un caso de robo en la Biblioteca, no se dictan normas sensatas y no excesivamente humillantes -aceptando que ninguna medida realista asegura protección total-, como podría ser una revisión de carpetas y papeles a la salida, en vez de la absurda prohibición de llevar papeles escritos a la entrada, lo cual puede servir para impresionar a la opinión pública, pero no protege contra nada y dificulta enormemente el trabajo de investigación? ¿Por qué no centran sus esfuerzos en lograr mejorar la información, el servicio de libros, la fotocopiadora, los ficheros?
En vez de esto, el señor Escolar prefiere descalificarme personalmente. Quizá su respuesta haya convencido a alguien que no me conozca. Pero de lo que estoy seguro es de que a nadie que haya pisado la Biblioteca Nacional le convencerá de que el centro que él dirige funciona a un nivel mínimamente aceptable.
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