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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La crisis económica mundial

HACE UNOS días se filtraba en los medios de Prensa internacionales un documento de trabajo presentado al Comité Ejecutivo de la OCDE. El contenido del informe es el estado de la economía internacional. Su tono, sin llegar a la alarma extrema, resulta patético. Las condiciones actuales de inflación y de paro generalizado por las que atraviesa la economía mundial no son, en opinión de los redactores del informe, «el resultado de una serie desgraciada de acontecimientos que, al desaparecer, permitirían que se volviera a la senda de crecimiento económico del período precedente». Al contrario, «hoy en día nos encontramos en presencia de un conjunto de dificultades mucho más duraderas, consecuencia de una modificación en las condiciones objetivas».Si bien el petróleo y las alzas en los precios de muchos productos básicos han sido quizá el desencadenante final, las causas más profundas y permanentes de la crisis se sitúan en el interior de los países industriales. En efecto, una serie de políticas gubernamentales dispendiosas y la actitud de los agentes sociales serían las causas reales de una inflación que amenaza con impedir que el aparato productivo genere las inversiones necesarias para disminuir de un modo eficaz la dependencia del petróleo y generar empleo. En el período 1973-1978, el crecimiento medio de las inversiones totales en los países industriales ha sido inferior al 1%, mientras que la media fue del 6 % en el decenio 1963-1973. La «huelga» de inversiones, como se ha interpretado en ocasiones el comportamiento de los empresarios en España ante una nueva situación política, también se ha repetido en aquellos otros que vivían bajo regímenes democráticos.

Hasta ahora, por fortuna, la suerte de los países en vías de desarrollo durante la crisis ha sido, en términos generales, relativamente más favorable; sus tasas de inversión y de crecimiento han resultado muy superiores a las de los países industriales. Este mayor crecimiento se ha hecho posible porque los déficit comerciales (es decir: los mayores recursos reales obtenidos vía importaciones) han sido financiados cómodamente con los excedentes de la OPEP gracias a la fluidez de los mercados financieros internacionales. Además, los créditos concesionarios, con intereses reales muy negativos, concedidos por los países industriales han contribuido, por su parte, a que las deudas de los países subdesarrollados fuesen menos gravosas y su tasa de inversión pudiese mantenerse durante la crisis del petróleo por encima de un 6% anual.Las perspectivas del nuevo decenio se presentan mucho más dramáticas. Las ayudas concesionarias serán difíciles mientras la recesión y la inflación continúen en los países industriales; los tipos de interés se han hecho ahora auténticamente onerosos y los vientos proteccionistas, impulsados por los tremendos fuelles del paro, soplan cada vez con más fuerza. Mientras el fantasma de la crisis continúa en el mundo industrial, tanto el capitalista como el soviético, la población del mundo crecerá entre 1980 y el año 2000 en un 50%. De añadidura, el 90% de ese crecimiento tendrá lugar en los países del Tercer Mundo.

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