La democracia, con el Rey
El golpe madrileño del 23 de febrero de 1981 ilustra la célebre fórmula sobre las tragedias de la Historia que se degradan en farsas cuando se quiere repetirlas.Respecto de la aventura de Franco, la del coronel. Tejero es una opereta. Pero no olvidemos la réplica de un conspirador tan lamentable en el París de 1802 como el general Malet, respondiendo a los jueces que le pedían los nombres de sus cómplices: « Ustedes mismos y muchos otros, si yo hubiese triunfado». Los vencidos siempre tienen un aspecto lamentable, lo que no prueba que su victoria sea imposible.
Todo acaba bien en la España de hoy y el régimen parece reforzado por la unanimidad que se ha hecho alrededor del Rey. Pero éste ha aparecido muy solo en esta crisis. Su breve discurso recordaba exactamente el del general De Gaulle después del golpe de Estado de Challe en Argelia; discurso que bastó para que se restableciese el orden. Pero había sido pronunciado después del llamamiento de Michel Debré a la nación, seguido de una amplia movilización de los parisienses. Por el contrario, el. pueblo madrileño no ha estado singularmente pasivo en esta aventura. La calle parecía más bien ocupada por los fascistas que por sus adversarios.
Sin duda, los ministros y los jefes políticos se encontraban secuestrados, pero los partidos y los sindicatos deben disponer de aparatos dirigentes capaces de tomar decisiones en una eventualidad semejante. Cuando en 1920 el general Luttwitz se apoderó del Gobierno de Berlín, este hecho no impidió la declaración de una huelga general que provocó el fracaso de los amotinados; el resto del Ejército se negó a seguirlos y reducirlos por la fuerza.
En la España actual, tanto como en Francia en 1958-1962, la democracia reposa, sobre todo, en un hombre carente de instituciones y organizaciones sólidas. Esto no impide que las instituciones y las organizaciones puedan llegar a establecerse, como se produce actualmente en París. Los resultados podrían ser mejores en Madrid, donde la existencia de una Monarquía auténtica evitará tal vez que el poder del fundador no se prolongue bajo la forma de una monarquía republicana. El rey Juan Carlos puede desempeñar mejor el papel que la Constitución atribuye al presidente francés: el de un árbitro que interviene solamente para restablecer el orden normal de las cosas cuando éstas no marchan. Pero este orden normal es más precario en la España. actual que lo era en la Francia de De Gaulle, donde permanecía profundamente enraizada en la historia y las conductas.
La democracia es el más frágil de todos los regímenes políticos, pues no corresponde a las inclinaciones innatas de los hombres, «a su estado de naturaleza», del que Hegel decía admirablemente «que es un Estado donde reina la brutalidad y la injusticia; del cual no se podría decir que lo mejor es salir antes de él». Pero las sociedades no han salido todavía, con la excepción de algunas ciudades antiguas. La democracia no se ha implantado hasta el siglo pasado, y no rige más que en algunas decenas de países, islotes cercados por el océano de dictaduras que cubren el resto de nuestro universo.
Por consiguiente, está menos asegurada en los países que acaban de establecerla después de un largo aprendizaje de la opresión. Desde hace cinco años se hablaba del «milagro político español», como del «milagro económico alemán», cuando a los dos les amenaza la crisis, a semejanza de la que precedió los años treinta, que llevó a Hitler al poder en Berlín. La coincidencia entre la muerte de Franco y el fin de la prosperidad en Occidente da pie a pensar que se trata de una empresa demoníaca más que de una obra de la providencia divina.
Sin embargo, las dificultades de las empresas y de los consumidores, el paro y la inflación no son actualmente los peligros principales que amenazan a la democracia en Madrid. Es mucho más vulnerable el terrorismo. Los guardias civiles que tomaron el Parlamento y el Gobierno como rehén pensaban ante todo en sus camaradas ejecutados por ETA. Por mucho que le inquiete la subida de precios, al hombre de la calle le conmueve mucho más el asesinato de un ingeniero atómico, víctima totalmente inocente. ¿Cómo guardar su sangre fría frente a esta injusticia absoluta?
En un régimen democrático basado en el sufragio universal, el terrorismo conduce al fascismo, ya que tiene la misma naturaleza profunda, pese a la diferencia de sus ideologías. Recurrir a la violencia cuando se está privado de otros medios de expresión, es una forma natural de oposición ciertamente justificada. Recurrir a la violencia cuando se puede expresar por la elección de dirigentes a través de elecciones pluralistas es una actitud contraria. No se trata de hablar por aquellos que no pueden hablar, de obrar por aquellos que no pueden hacerlo. Se trata de hacer callar a quienes tienen posibilidad de hablar, de sustituir la acción de una pequeña minoría por la que es sostenida por la gran mayoría de los ciudadanos.
Los secuestros, las detenciones, los atentados tienen por objetivo asegurar a algunos hombres, que se creen poseedores de la verdad, los medios de imponerla a un pueblo que la rechaza, puesto que se niega a apoyarla con sus votos. Esto es ya fascismo, y no puede llegar más que a generalizarse.
Uruguay, democracia-testigo de América Latina, ha sido disgregado por la violencia de los tupamaros. Llenos de buena voluntad, dotados de una sensibilidad total y de un coraje extraordinario, soñaban aumentar las libertades en su país multiplicando la captura de rehenes y los asesinatos. Lo único que lograron fue llevar al poder a militares que hacen actualmente reinar una dictadura asfixiante. El pueblo vasco corre el peligro fatal de arrastrar con él a toda España si continúa en la espiral del terror.
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