_
_
_
_

El árbitro avergonzó al público de Chamartín

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

El Español, desde los tiempos desde Argilés, Cata, Bolinches, Arcas, Marcet, Piquín y Egea, va por la Liga de mediocre. El domingo, en el Bernabéu, se esperaba de él una derrota honrosa. Es equipo sobre el que no se piensa nunca, en Madrid, como posible causante de una sorpresa. Pero el domingo, el Madrid se la puso en bandeja y la aprovechó. El Madrid de Boskov es cada día más vulgar, y sus seguidores se han percatado de ello. El público del Bernabéu comienza a sentir hastío. Y el domingo sintió rabia cuando el árbitro señaló un penalti a favor del Madrid. Y, en un ejemplo de deportividad, lo protestó.Cuando un equipo de casa ve pañuelos blancos por un penalti a su favor es porque su público ha tomado conciencia de que una victoria ridícula es tan infamante como una derrota. Los seguidores del Madrid sintieron vergüenza cuando Riera Morro, con una decisión injusta, puso a su equipo en condiciones de empatar. No habían transcurrido todavía cuarenta minutos, pero el Madrid ya había dejado constancia de una impotencia notable. El gol de Urbano fue precioso, propio de un gran jugador. Al público le supo mucho más esa jugada que cualquiera de las que realizó su equipo.

Boskov ha logrado aburrir al equipo. Hasta Stielike, muy marcado por Molinos, se difuminó más tiempo del que necesita su equipo. Del Bosque se ganó algunas protestas por su parsimonia y Gallego, metido en la defensa, acabará por no saber cuál es su futuro. Juanito anduvo otra vez escondiéndose por atrás y Santillana no pudo encontrar comodidad, para el remate de cabeza, más allá de un par de ocasiones. El Madrid flojea en la defensa, porque incluso Camacho, obligado a jugar en otro puesto, se diluye tanto en misiones defensivas como de ataque. A Camacho no se le puede convertir ahora en un centrocampista, aunque el equipo contrario disminuya sus efectivos atacantes. El Madrid, además, sigue sin contar con un extremo en la banda izquierda. Isidro es una querencia de Boskov que no hay modo de explicarse. El domingo se notó quizá más que nunca la ausencia de García Hernández, que tampoco es santo de la devoción de Boskov. Un hombre capaz de disparar desde el borde del área quizá hubiera resultado providencial en aquel cuarto de hora final en el que el Español, dispuesto a defender su ventaja, se constituyó en un auténtico frontón.

Maguregui ha apañado un Español correoso, que basa sus esperanzas en los contragolpes de Roberto Martínez y los felices remates de Marañón, además de la Firmeza de Ayfuch. El domingo, no contó con Urruticoechea, y tengo la impresión de que no le echó de menos. El debutante, Domínguez, estuvo sereno bajo los palos y salió de puños en los momentos de mayor agobio con gran eficacia.

El Español, durante el primer tiempo, intentó realizar un fútbol al uso en los desplazamientos, y, en muchos momentos, lo consiguió. Urbano se distanció de Del Bosque con facilidad, y Marañón se las hizo pasar amargas a Sabido, que no fue precisamente de los peores, en los momentos iniciales. Ante un Madrid deshilvanado, incluso Verdugo se permitió avanzar por su banda. Ante un Madrid que, como siempre, centró todas sus ideas en los lanzamientos de Del Bosque, el Español opuso un centro del campo peleón y rápido en el contraataque.

El Madrid, a la desesperada, buscó el empate como mal menor y, pese a los múltiples barullos ante el marco de Domínguez, con una defensa que llegó a perder durante unos minutos la capacidad de despeje largo, fue incapaz de hallar el hueco. En el minuto 71, Roberto, solo ante García Remón, perdió la ocasión de aumentar el tanteo de su equipo, y en el contragolpe madridista el balón se estrelló en el poste izquierdo de Domínguez.

El Madrid, que no perdía en su campo desde el 24 de abril de 1977 (0-1, ante el Betis), sufrió una derrota que prácticamente le ha dejado en la cuneta de la Liga. Y todo porque Marañón supo esconder el balón, en un libre directo, en el rincón de las ánimas de García Remón.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_