Televisión extranjera
Clara y abundante es la proliferación de los seriales televisivos, amén de los exhibidos en las pantallas comerciales, en su mayoría de nacionalidad inglesa y norteamericana, con tema familiar, en los que se nos narra de manera diaria y machacona los problemas de una acomodada familia inglesa en lucha por la herencia de una mina, los de otra típicamente americana, los de un rey inglés y su amada, etcétera.Parece ser, salvo escasa y honrosa excepción -Cañas y barro o Fortunata y Jacinta-, que los problemas diarios del señor Pérez, Martínez o Gutiérrez no merecen ser narrados, ni los de cualquier familia campesina o minera española, ni que cualquier lío amoroso de la realeza española pueda ser contado, en una gran serie televisiva, a una típica familia española que probablemente tuviera los mismos problemas económicos, sociales o ideológicos que los de la televisiva familia, dejándoles en cambio indiferentes los jaleos de los Apple, Walton o los de unas Mujercitas muy americanas.
Peor aún es si el telefilme tiene una carga política propagandística, como el pasado de la serie de los Apple, en el que los últimos cinco minutos bastaban para adivinar la moraleja patriótica, en los que aparecían un grupo de jóvenes supuestamente contestatarios, luchando contra un nazi, en defensa de la misma bandera que antes habían acusado de imperialista, racista, burguesa, ante la clara intención que aquél tenía de quemarla. Ni siquiera esto nos vale, pues aquí el final hubiera sido la lucha de los mismos jóvenes, pero en este caso para evitar que el fascista se apropiara de la bandera y la izara en su mástil político. /
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