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El "violador de El Batán" forzó a 30 chicas en un año

El País

«Si, como ha ocurrido en otras ocasiones, el violador queda en la calle en pocos días, los padres nos tomaremos la justicia por nuestra mano». Con estas palabras se manifestó ayer Jesús Lillo, padre de una de las treinta chicas violadas en el barrio de El Batán, durante una conferencia de Prensa convocada tras conocer la detención del presunto violador, José Luis Daponte Ríos, quien durante el pasado año ha tenido en continua tensión a todas las chicas de la zona. Hasta ayer, había sido identificado por siete de sus víctimas.José Luis Daponte fue detenido en un callejón próximo a la céntrica calle de Serrano, cuando a las diez de la noche intentaba abusar sexualmente de una joven de veintitrés años. Ambos estaban totalmente desnudos y fueron descubiertos gracias a una mujer que vio de lejos la escena y avisó a la policía. El detenido -vendedor ambulante de dieciocho años, 1,60 metros de estatura, delgado, ojos claros y aspecto de macarra-, domiciliado a escasos metros de la asociación de vecinos del barrio, confesaría después a la policía se el autor de treinta delitos de violación.

«Yo lo que pido es que no le juz guen como si fuera un enfermo porque alguien que es capaz de cometer tantos delitos sin ser descubierto y llevar a la vez una vida normal es que es un jeta, un tipo más listo de lo que ahora puede decir sus abogados», manifestó una de las víctimas del violador, una chica de veintitrés años, profesora de EGB, morena, como la mayoría de las afectadas.

Una segunda víctima -de dieci siete años, estudiante de COU y muy guapa-, explicó que desde que denunciaron sus casos en la comisairía -cosa que han hecho dieciocho mujeres- la policía las llamó en diferentes ocasiones para ver fotografías.

Siempre la misma actitud

Las dos mujeres, que insisten en no dar su nombre, explican que la actitud del violador era siempre la misma. A lo largo de su año de actuación en la zona de El Batán, acechaba a sus víctimas en las proximidades de los seis túneles que unen a los barrios de la zona con la Casa de Campo, y por los que hay que pasar para llegar al apeadero del suburbano. La hora era elegida en función de que hubiera poco tránsito de personas por los túneles y descampados. «Siempre, al menos en todos los casos que conocemos», explican las dos chicas, «ha actuado cuando íbamos solas. Sacaba un arma blanca (cuchillo, generalmente) para asustar, porque en ningún caso hirió a nadie. A mí me pedía que le abrazara como si fuéramos novios», sigue una de ellas, «y si lloraba, gritaba o hablaba me decía que me callara y, que tenía que disfrutar tanto como él.».Otra mujer joven, presente en la conferencia de Prensa, explicó que ella había ido a identificar al detenido -la policía había pedido colaboración en una nota y daba garantías de que las que acudieran no serían vistas por el detenido-, pero añadió que éste no era el que la intentó forzar a ella (sin éxito, porque se pudo defender con un spray). «Hay algunos casos más cometidos por otro individuo; por eso tiene que continuar la vigilancia policial».

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