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En 1981, elecciones presidenciales en Francia / y 2

El desencanto político ha favorecido el 'fenómeno Coluche"

Tras el espejismo de aquella Unión de la Izquierda que ilusionó a más de media Francia y que prometía una evolución formal, la vida pública francesa se estancó en el desencanto, y en la resignación generada por las dificultades económicas crecientes. Desde entonces, a trancas y barrancas, la derecha gobernante aguanta las embestidas de la crisis. Y la oposición (comunistas y socialistas), frustrada por su propia incapacidad para ofrecer ideas movilizadoras y realizables, dejó de ser la esperanza que fue. La sociedad francesa, en consecuencia, agobiada por los temores que inspira el futuro económico y sin perspectivas decambio político, aparece bloqueada. Así ha sido posible la emergencia del terrorista nacional que divierte, evade, interesa o escandaliza: se trata del llamado fenómeno Coluche, equivalente en la sociedad francesa de 1980 a lo que fueron las barricadas de mayo en 1968.

Días pasados, un periodista parisiense efectuó una mini encuesta entre varios colegas de la Prensa extranjera residentes en la capital francesa. Su única pregunta era la siguiente: « ¿Cuál ha sido el acontecimiento político del año en este país?». La mayoría de las respuestas, muy en serio, galardonaron a dos hechos: el fenómeno Coluche y la barra de pan.Conviene explicar sucintamente este último acontecimiento. Desde hace varias semanas se multiplican en toda la geografía gala los panaderos que venden la baguette (esa barra de pan cotidiana que tanto engolosina a propios y extraños en Francia) a un franco, cuando el precio corriente es de 1,80 francos, esto es, unas 31 pesetas. La locura de esos panaderos ultraconcienciados por la crisis económica ha provocado una auténtica revolución cultural, alimentada no sólo por los panaderos cuerdos de la oposición, sino también por los re presentantes del elenco político-económico-social.

En estos tiempos de desesperanza múltiple, cada cual en cuentra argumentos para intervenir en una polémica que, en definitiva, resulta un aliciente de la vida pública, y, a falta de otras motivaciones, ha convertido la baguette a un franco en uno de los dos grandes acontecimientos políticos del año.

El otro es el protagonizado por Michel Colucci, llamado Coluche. Y de hecho la broma de la barra de pan complementa la explosión del fenómeno sociológico representado por el cómico Coluche. Es probable que ni uno ni otro se hubiesen producido en una sociedad alimentada de otra manera y preocupada por otros chistes. Pero las cesas son así.

Coluche dice él mismo que es un inculto, pero no lo es tanto. En cualquier caso, su talento es cierto. Su especialidad profesional es la crítica feroz y sin fronteras a todo el aparto sociopolítico-económico-cultural. Su vocablo preferido es merde. Su mensaje electoral: todos los políticos, sin distinción, «nos cubren de mierda».

Un "candidato nulo"

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Con este bagaje, el pasado mes de octubre empezó, a bromear sobre sus posibilidades como candidato a la presidencia de la República. La brama la recogieron los periódicos, la estigmatizaron sin duelo los políticos, la apoyó un grupo de intelectuales de relumbrón, el propio Coluche la explotó in crescendo en el teatro parisiense en el que actúa a diario, y en muy pocos días la revolución estaba en marcha: la sociedad francesa, irritada, divertida o apasionada, había sido contaminada por la coluchitis.

En Francia, como en el resto del mundo occidental, el cómico se instaló en la primera página de la Prensa, los sondeos entraron en juego y le, atribuyen un 16% de intenciones de voto en la primera ronda, puesto que Coluche no quiere ser presidente, no se presentaría, consecuentemente, a la segunda ronda, y por ello se define como candidato nulo.

Y hoy, en espera de su matriculación oficial como candidato, se filosofa sobre sus posibilidades de conseguir las quinientas firmas que necesita para ello. Pero incluso en el caso, de que el coluchismo no encuentre ese medio millar de diputados, senadores, alcalde o concejales necesarios para acudir a la campaña presidencial, el fenómeno Coluche ya está registrado en la historia de las revoluciones que la sociedad francesa se ofrece a sí misma de vez en cuando para desahogar. sus propias frustraciones y, de paso, para ejemplarizar al mundo.

"Revolución coluchista"

Las barricadas de mayo de 1968 son el ejemplo histórico más cercano comparable a la revolución coluchista. En aquella época', el general Charles de Gaulle, ocupado en desfacer entuertos mundiales, olvidó un poquito las reivindicaciones más elementales de sus cincuenta millones de terneros, como él les llamaba a los franceses. Y aquella cerilla que representó un grupo de estudiantes encendió un clima político aburrido y una atmósfera social tensa.

En 1980, el descontento total es consecuencia de una crisis profunda e internacional, lo que incita a la resignación. Y el tedio político es la resultante de unos profesionales sin respuesta a los problemas de una sociedad, más o menos acomodada, que ya no se conforma con discursos exaltantes, sino que pide ideas traducibles en la vida de cada día.

Por ello, la prudencia social más el desencanto ideológico han cuajado en esta explosión pacífica que es el coluchismo. Y, como al final de mayo de 1968, una vez esfumado el fenómeno Coluche en mayo de 1980, los franceses, demócratas y sabios, irán a las urnas incruentas.

Como consecuencia de las barricados de 1968, un año después cayó De Gaulle. Pero no siempre las mismas causas producen efectos iguales.

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