_
_
_
_

La única feria de artesanos de Madrid funciona de forma periódica en el barrio de Malasaña

Gabriela Cañas

Por primera vez, los artesanos de Madrid disponen de un espacio permanente donde exponer sus trabajos. La denominada Feria de Artesanos de Malasaña está compuesta por un total de 32 artesanos que, con el permiso concedido por el Ayuntamiento, ocupan la pequeña plaza de San lldefonso, con sus tenderetes, todos los sábados de seis a diez de la noche.«Oficialmente», dice Mariano Domínguez, uno de los artesanos, organizadores del mercadillo, «la feria figura como una actividad cultural más de la Asociación de Vecinos de Malasaña, pero, en realidad, venimos de todas partes de Madrid y funcionamos aparte, como un colectivo ». Y así, a las seis de la tarde de un sábado cualquiera, la estrecha plaza se convierte en un centro de atracción importante. En un rincón, un grupo de jóvenes canta alrededor de una guitarra, y sobre los improvisados tenderetes empiezan a aparecer alegres máscaras, jarras de barro, lámparas de macromé, pendientes de hojalata y maceteros de madera. «La idea no es sólo vender», comenta Mariano, «sino fundamentalmente que la gente conozca nuestro trabajo. Las tiendas compran poca artesanía y la que compran la venden después a precios prohibitivos.

Trescientas pesetas mensuales

Disponer de un espacio permanente es el primer paso conseguido por los jóvenes artesanos, cuya aspiración es convertir la feria en una auténtica actividad cultural. «Lo interesante sería que cada uno tuviéramos un puesto permanente», dice Carmen, que vende allí sus pipas de agua y unas jarras de barro, «que esto fuera algo parecido a la Cuesta de Moyano». Algún que otro sábado, la feria ha contado con la colaboración de algunos grupos de música y teatro, pero el proyecto es mantener este tipo de actividades constantemente. Para ello, y desde el primer día que se inauguró la feria en el pasado mes de septiembre, cada grupo inscrito aporta trescientas pesetas mensuales al colectivo. Dinero que se invertirá en hacer publicidad y pagar a los músicos, titiriteros o actores. Pero una de las ideas más interesantes que los artesanos desean poner en práctica es aprovechar el marco de la plaza también para hacer demostraciones cara al público de sus métodos de trabajo.De momento, con escasa publicidad y precarios medios, la feria sigue funcionando y no todo lo bien que se quisiera. Hay quien se queja de que la mayoría de los que aquí venden lo hacen simplemente porque disponen del permiso del Ayuntamiento. «Hay además lagunas importantes», dice Nato, del Taller Malasaña. «Esta feria está abierta a todos los artesanos de Madrid, pero, como ves, sólo estamos los más jóvenes. Haría falta exigir una mínima calidad y, sobre todo, llamar a gente muy buena que lleva toda su vida haciendo trabajos estupendos. En fin, que sería interesante que esta feria se convirtiera en una auténtica muestra de la artesanía madrileña». Quizá; para empezar, sea pedir demasiado dada la situación extraña y dificultosa, llena de sobresaltos, que sufren la mayoría de los artesanos. La historia más significativa es, quizá, la de Carmen, la chica de las pipas de agua: «Los domingos exponemos en el Rastro. Allí nos visitan de vez en cuando las tiendas y nos hacen algún pedido. Los sábados estamos aquí y los días entre semana vendemos en Preciados, aunque no tengamos permiso. Ni siquiera lo hemos pedido, porque nos han dicho que es imposible conseguirlo, así que montamos el puesto de tal manera que, en caso de que pase un policía, podamos guardarlo todo en un segundo».

La Feria de Artesanos de Malasaña es, con todos sus defectos, una puerta abierta a la esperanza. El Ayuntamiento, después de tres meses, ha instalado en la plaza unas cuantas bombillas y ha otorgado un permiso especial para exponer todos los días, excepto festivos, durante estas vacaciones de Navidad. Todavía hay pocos artesanos y, sobre todo, pocos compradores. El récord de ventas lo tiene Merche Fullea con sus broches. En una tarde ha llegado a vender hasta 4.000 pesetas. Es la envidia de la feria. Hacienda ya se ha encargado de cobrar sus cánones y el Ayuntamiento no tardará en pasar su factura, pero lo más importante ya está hecho. Por primera vez, más de treinta artesanos, trabajadores de la cerámica, el cuero, la madera, la orfebrería, el papel maché o el cartón, se han puesto de acuerdo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_