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Ronald Reagan, quiere modificar el presupuesto presentado por Jimmy Carter

La primera acción presidencial del republicano Ronald Reagan, una vez terminados, el martes 20 de enero, los festejos oficiales de toma de poder y jurar su cargo como el presidente número cuarenta de Estados Unidos, puede ser el envío al Congreso, la misma tarde del día 20, de una enmienda para reducir el 2% del presupuesto federal de 640.000 millones de dólares para 1981, aprobado bajo la Administración demócrata de Jimmy Carter y en vigor desde el pasado 1 de octubre.

La medida se acompañará del anuncio de una reducción del 10% de los impuestos directos para el ejercicio de 1981, cumpliendo la primera parte de las promesas electorales de Reagan, que pretenden reducir el 30% de impuestos directos en el plazo de tres años como medida fundamental para reactivar la inversión en la economía norteamericana y, en consecuencia, intentar salir de la recesión que marca actualmente la tendencia económica en EE UU.En realidad, Ronald Reagan, aconsejado por un equipo económico donde predominan los partidarios de un liberalismo a ultranza, de acuerdo con las ideas lanzadas por el economista Milton Friedman y completadas por el equipo de nuevos economistas procedentes de las universidades californianas, pretende impulsar la libre iniciativa económica norteamericana, base del floreciente capitalismo de los años de la posguerra, reduciendo la burocracia del Estado y eliminando, si es necesario, las escasas intervenciones públicas para sectores deprimidos de la sociedad estadounidense.

Teniendo en cuenta que al deseo de equilibrar el presupuesto público, privándolo de ingresos de unos 27.000 millones de dólares en 1981, consecuencia de la reducción del 10% de impuestos, pero incrementando, por otra parte, el gasto de la defensa, es evidente que «alguien pagará» los ajustes propuestos por el equipo económico del presidente Ronald Reagan.

Medidas antipopulares

David Stockinan, el miembro más joven del Gabinete Reagan, con sus 34 años, es el director para la gestión del presupuesto, no oculta sus temores de convertirse en el hombre más impopular de la nueva Administración, toda vez que para llevar a buen puerto los recortes presupuestarios deberá sacrificar la ayuda federal a las grandes urbes norteamericanas, reducir la ya escasa protección para las clases pobres (por medio de bonos para alimentos) y dejar a un nivel simbólico agencias federales que, bajo la Administración Carter, habían sido creadas para proteger el medio ambiente, luchar contra la contaminación o regular las actividades industriales consideradas como peligrosas para la comunidad.El estímulo a la inversién privada, verdadero epicentro para recuperar la economía estadounidenses, según los estrategas de Reagan, podría acompañarse de ventajas fiscales para la industria y menor presión en normas federales contra la contaminación.

Un economista en el Departamento de Defensa, Caspar Weinberger, para controlar uno de los departamentos que recibirán más atención por parte de la Administración Reagan-Bush, junto con un experto en inversiones privadas en el Departamento del Tesoro, Donald Reagan (ex director en Wall Street de la primera compañía financiera de in versiones norteamericana, la Merrill Lynch), serán las «cabezas visibles» de la nueva estrategia económica EE UU, en pro de la cual votaron masivamente los electores norteamericanos, cansados de la espiral inflacionista vivida durante los cuatro años de Jimmy Carter en la Casa Blanca.

Para ciertos consejeros económicos del equipo republica no, las medidas de la política económica deberían acompañarse de un «plan de emergencia» capaz de sensibilizar la opinión pública de la necesidad de apretarse el cinturón para salvar la situación. La idea la propone el senador Jack Kemp, coautor del proyecto de ley Kemp-Roth, para un control del presupuesto público, acompañado de una política de reducción de impuestos, doctrina que inspirará la política económica de Reagan.

Ronald Reagan herederá, en el terreno económico, una situaciór caracterizada por una inflación que puede superar el 13% en 1980 (12,6% en los últimos doce meses, hasta noviembre de 1980), un índice de desempleo del 7,5 %,junto con la nota optimista de una ligera recuperación del crecimiento económico en el cuarto trimestre de 1980, del orden del 3,2 % de PNB. Dato este último fruto de 1 política monetarista del Sistema Federal de Reserva (Banco Central Estadounidense), que, malas lenguas dicen por motivos electorales al pretender salvar a Jimmy Carter, logró manipular una reducción del tipo de interés bancario, que pasó del 20% alcanzado a finales de abril, al 10,5% en julio,reactivando la inversión.

Pero, pasada la elección presidencial del 4 de noviembre, Paul Voleker, presidente del Sistema Federal de Reserva, mantuvo una política restrictiva en la circulación de la masa monetaria, a fin de intentar limitar la inflación, ocasionande un nuevo disparo de los tipos de interés preferentes (el prime rate), que llegó al récord histórico del 21,5% el pasado 23 de diciembre.

Una tendencia a la desescalada parece experimentarse de nuevo, aunque muchos banqueros de Wall Street no dudan en predecir que el prime rate pueda llegar hasta el 24% o 25% en el curso de 1981, lo que peligraría de decapitar todo intento de reactivación económica.

Naturalmente, los adversarios del programa económico de Ronald Reagan, dudan de las fórmulas mágicas del equipo económico republicano en el poder. Opinan que el, presupuesto federal seguirá fuera de control y que la reducción utópica de impuestos propuesta por Reagan sólo contribuirá a activar la inflación. Entre los industriales, la llegada de Reagan al poder es recibida con optirnismo. Una encuesta realizada por el diario financiero The Wall Street Journal, entre quinientas compañías norteamericanas indica que la mayoría espera una recuperación del índice de productividad en los próximos cuatro años, una reducción del gasto federal y la relajación en las medidas de controles federales sobre la industria.

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