Helmut
Schmidt es elegante. Brigitte Bardot es bella. En un recorrido muy sumario por la vestimenta de Europa se llega a Gran Bretaña. Según Harry Bonser, modisto británico y presidente de la asociación que agrupa a los sastres de su país, los habitantes del Reino Unido componen la comunidad más andrajosa de Europa. En 1979, dice el desconsolado comerciante, el ciudadano británico del sexo masculino sólo gastó unas doscientas pesetas a la semana en renovar su vestuario. La mujer fue más generosa: utilizó cuatrocientas pesetas para igual propósito. Kenneth Smith, presidente de la Asociación de Fabricantes de Trajes de Hombre -el gremialismo de las Islas Británicas conoce cualquier especialización-, puntualizó que la crisis económica no es la principal responsable de esta tacañería que ha hecho del «vestir desharrapado» una virtud nacional. Por su parte, el portavoz de la Asociación de Tintes y Lavanderías ha dicho que «la nación británica es la más mugrienta del mundo entero y dedica al aseo de su vestimenta un presupuesto inferior al de otros países».
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