Monzón y Blas Piñar

Según EL PAIS del viernes 7 de noviembre, Telesforo Monzón, al salir de un juzgado de Madrid, donde prestó declaración en un proceso que se le sigue, manifestó a los periodistas: «Durante la declaración he dicho que no reconocía al tribunal porque sólo reconozco al tribunal de Dios, como creyente, y de Euskadi, como patriota». Ha estado muy bien don Telesforo en la invariable línea de su peregrina carrera política, que dura ya, a trancas y barrancas, medio siglo. Y es que don Telesforo, aunque por su perfil pudiera confundirse con una bruja de las que salían montadas en escobas por las chimeneas, es, por el contrario, una figura de vitral de sacristía carlista, desde donde aguarda, rodeado de gudaris, el veredicto no de los tribunales de la Tierra, sino de aquel alto tribunal del Todopoderoso, único que él afirma reconocer. Magnífico, don Telesforo. Este hombre es todo espíritu.Según el mismo número de EL PAIS, Blas Piñar declara: «Un día entré en política porque Dios me pidió que entrara, sólo por eso». No cabe poner en duda lo que dice don Blas, ya que si a los profetas (que, por cierto, no eran notarios) les admitimos análogas afirmaciones, ¿cómo vamos a dudar de lo que dice un caballero titulado precisamente para dar fe de lo que se habla. Lo que sí causa admiración es que don Blas calibre con exactitud el origen del mandato y comprenda que sale directamente de Dios y no de algún humorista del vecindario. Pero, en fin, allá él con sus razones. Lo cierto es que a raíz de ocupar por orden de Dios el asiento de diputado, anunció con enérgica vehemencia: «Desde mi escaño moveremos al mundo». Y a partir de entonces ha habido grandes seismos que han conmovido las tierras de México, las costas yugoslavas y, recientemente, una gran zona argelina. Y uno se ve obligado a preguntarse, lleno de confusión y temor: ¿Habrá sido él?