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Debate sobre las transformaciones del paseo de la Castellana

«La Castellana es un regalo de la Providencia que desgraciadamente no hemos sabido aprovechar». Esto y la necesidad de un debate más amplio en torno al tema fueron las conclusiones de una mesa redonda sobre las transformaciones en este eje, organizada por la comisión de cultura del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid.La mesa, moderada por el decano del colegio, Emilio Larrodera, contó con la presencia de Pedro Bidagor (autor del plan urbanístico que lleva su nombre), Antón Capitel y Ramón López Lucio (profesores de la Escuela de Arquitectura) y Julián Peña. Tras una sesión de diapositivas que reflejaban la historia de esta vía, comentada amenamente por Larrodera, se abrió el turno de intervenciones, con opiniones a veces encontradas. Mientras López Lucio era generalmente apoyado en su idea de que la Castellana es básicamente un espacio simbólico, funcional y privilegiado como localización (locus) del poder, con una historia larga y compleja que varía a medida que éste lo hace, Antón Capitel afirmaba taxativamente que la Castellana no tiene valor simbólico ni funcional y que adjudicar a la arquitectura el papel de reflejo de los mecanismos del poder políticoeconómico es un error.

Pero la parte más entretenida la proporcionó el numeroso público asistente, entre el que se encontraban algunas figuras de la arquitectura actual. Antonio Lamela (Torres de Colón) repitió lo que ya había dicho otras veces: que el urbanismo es una cosa muy seria y muy compleja, y los arquitectos no están preparados para hacerlo.

Pero también es algo comúnmente aceptado que los propios arquitectos han colaborado, en una u otra medida, a este estado de cosas. Tanto es así que Eloy Algorri, alumno de la Escuela de Arquitectura, propuso pasar a la acción con medidas tales como un veto colegial frente a determinadas actuaciones arquitectónicas o, en su defecto, a la concesión, junto con el título de arquitecto, de un carné de peligroso social.

Miguel Fisac hizo examen de conciencia y, con un llamamiento a la humildad (la originalidad puede ser peligrosa) y un «hay que aprender de los errores», dejó en el aire la necesidad de un estudio en profundidad del eje de la Castellana, que se podría traducir en la creación de unas sesiones de debate sobre arquitectura, a manera de las que años atrás se realizaban en el Colegio de Arquitectos.

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