Un presidente que puede confundirse con un vaquero
En 1940, tres años después de que Ronald Reagan interpreta su primera película, su aspecto físico llegó a entusiasmar de tal manera a determinados sectores del público norteamericano que los estudiantes de Arte de la Universidad del Sur de California le nombraron «Adonis del siglo XX». Eran sus primeros pasos como actor. Ahora, cuarenta años más tarde, la relación más vital y cotidiana que Reagan tiene con el mando del cine es el seguimiento en la televisión de la serie La casa de la pradera, que acostumbra a ver en pijama junto a su esposa. Misión imposible y Bonanza son otros dos telefilm es que ha seguido con la máxima atención. No en vano dijo de Richard Nixon «Puede llegar a ser un buen presidente, pero la gente podría confundirlo con un cowboy».
Mucho antes de que Reagan fuese presidente de Estados Unidos, las enciclopedias cinematográficas dedicaron tan sólo unas líneas a este actor, hijo de un vendedor de zapatos, un católico irlandés aficionado a la bebida y enemigo de los racistas, y de una mujer caritativa, una protestante que leía obras dramáticas en teatros y hospitales.El primer contacto de Reagan con las grandes audiencias surgió cuando el estudiante deportista -practicó, entre otros, el fútbol americano, el baloncesto y la natación- fue contratado como locutor deportivo para la emisora Woc (cobraba diez dólares por programa) en Iowa. Cuando la emisora formó parte de la cadena NBC, el presidente, conocido como Dutch Reagan, alcanzó gran reputación como comentarista deportivo.
De la radio, al cine
Un agente de la Warner quedó prendado de la voz de Reagan en 1937, cerca de Los Angeles, mientras el locutor retransmitía un acontecimiento deportivo. El agente quiso ver en Reagan -tenía -entonces veintiséis años- «otro Robert Taylor», y animado por el cantante Joy Hodges le firmaron el primer contrato para la Warner: doscientos dólares de entonces a la semana. Reagan debutó aquel mismo año en la película-Love is in the air (El amor está en el aire), en la que interpretaba, naturalmente, a un locutor de radio. Intervendría después en unos 55 filmes, casi todos de serie B y en papeles secundarios.Sin embargo, su apariencia en pantalla como un rostro «típicamente americano le impulsó a una rápida carrera preferentemente en papeles de vaquero, de bueno y de malo, incluido el protagonismo del inevitable sheriff. Si en 1938 trabaja al lado de Jane Wyman (Brother rat), quien más tarde sería su esposa, en 1942 interpretaría para Sam Wood (Kings -Row) uno de sus personajes más célebres.un play-boy de provincias que ve amputadas sus piernas por un cirujano sádico.
Cazador de brujas
Durante la segunda guerra mundial, descalificado para el combate por ser corto de vista, y aunque se licenció con el grado de capitán, participó en numerosas películas documentales para la Armada. Finalizada la guerra intervino activamente en las asociaciones liberales de la industria cinematográfica, pero al poco tiempo, desengañado por lo que consideró influencias comunistas en las filas liberales del cine, se convirtió en testigo contra sus antiguos compañeros en 1947 durante la caza de brujas del maccartismo.En ese mismo año sucede a Robert Montgomery en la presidencia del Screen Actor's Guild, cargo que ostenta hasta 1952 -fecha en que se suceden las más duras purgas profesionales- y que comparte con la presidencia del Consejo de la Industria Cinematográfica. A finales de los años cuarenta, su contrato con la Warner se eleva a 3.500 dólares semanales, en papeles de militar, profesor, jugador de béisbol y otros secundarios.
Cuando Reagan abandona la Warner, a principios de los años cincuenta, se inicia su declive final, interpreta muy pocas películas, hasta finalizar en la adaptación de la obra de Ernest Hemingway Los asesinos (1964). Para entonces, Reagan ya se había acostumbrado a llevar siempre consigo un revólver Smith & Weson y a ir acompañado de guardaespaldas.
Presentador de televisión
El más popular de los programas de televisión en que intervino Ronald Reagan fue General Electric Theater (algo así como el Teatro de la General Eléctrica, cuyo nombre se debe al patrocinio de esta multinacional). El actor se limitaba a presentar una serie de telefilmes que se emitieron por la CBS, los domingos y en el horario punta, desde el 1 de febrero de 1953 hasta el 16 de septiembre de 1962, justo el año en que Bonanza, de la NBC, competidor del espacio de Ronald Reagan, se alzó con el segundo puesto del rating (mayor número de audiencia). Exceptuada la temporada octubre 1955-abril 1966, en que General Electric Theater logró el tercer puesto del rating, el paso de Reagan por la televisión como presentador fue tan mediocre como su carrera cinematográfica.Como actor muchos le han catalogado como un producto del más puro western americano. El propio Richard Nixon dijo de él: «Puede llegar a ser un buen presidente, pero existe el peligro de que la gente te confunda con un cowboy». Reagan tiene, sin embargo, una ventaja popular que te viene de su condición de actor, no habla el lenguaje universitario de otros presidentes, habla el lenguaje de un actor medio, ese lenguaje de millones de norteamericanos.
Ronald Reagan interpretó sobre todo películas heroicas, referidas principalmente a la segunda guerra mundial y a la guerra de Corea, y filmes del Oeste americano. Entre sus películas se pueden citar, a modo de ejemplo, títulos como La reina de Montana (1954), con Bárbara Stanwyck; Camino de Santa Fe (1940), con Errol Flynn y Olivia de Havilland. Más tarde, en 1955, Reagan interpretó también El jugador, con Ronda Fleming; Comando en el mar de China, en 1957, producida por la General Electric, y, por fin, en 1964, la película Los asesinos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.