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Las bolsas reciben a Reagan con más entusiasmo que los Gobiernos

Incertidumbre en Moscú, indiferencia oficial en Teherán, satisfacción en Londres y Jerusalén, descontento en la Organización para la Liberación de Palestina, llamamiento de Pekín contra un posible acercamiento entre Washington y Taibei... Las reacciones mundiales a la aplastante victoria de Ronald Reagan sobre Jimmy Carter van, en lo político y según los países, de la satisfacción al temor, pasando por la prudente expectativa de la mayoría de los Gobiernos occidentales. La victoria de Reagan suscitó ayer el entusiasmo en los mercados financieros internacionales. El dólar aumentó su cotización en todos los mercados. Las bolsas subieron como la espuma, y algunas, como la de Nueva York, se dispararon al alza. En la Comunidad Económica Europea, la victoria de Reagan ha sido acogida con una sorda irritación. Por su parte, los medios de la OTAN parecían preocupados y todos dirigían sus miradas hacia el canciller alemán, Helmut Schmidt, que visitará pronto Washington y presionará para que prevalezca El criterio de los nueve sobre la ratificación del Tratado de Limitación de Armas Estratégicas (SALT II).

En España, la derecha mostraba ayer cierta confianza, mientras la izquierda denotaba un prudente temor y relacionaba este balance electoral con la posible entrada de España en la OTAN.A la hora de cerrar esta edición, habiendo sido computado ya el 98% de los colegios electorales, Reagan había recibido casi 43 millones de votos (el 51 % del total); Carter, más de 34 millones (41 %), y Anderson, cinco millones y medio (7%). Reagan tenía ya 413 votos electorales sobre un total de 538, contra 49 de Carter.

El 52,9% del censo acudió a las urnas, es decir, cerca de 85 millones de votantes (la participación más baja en 32 años), sobre un censo de 115 millones de electores inscritos. Hay más de 160 millones de americanos en edad de votar.

Por primera vez en veintiséis años, el Partido Republicano ha logrado controlar el Senado de Estados Unidos, redondeándose así la derrota de Carter, una derrota que no es sólo la de un presidente demócrata, sino también la de los pronosticadores más expertos, que, algunas horas antes de las elecciones, vaticinaban un «resultado indeciso». Un fallo tan garrafal en los pronósticos no sucedía desde 1948, cuando Harry Truman arrancó la Presidencia a Thomas Dewey.

La agencia Tass, en su primer comentario, se contentaba con atribuir el espectacular fracaso de Carter al «descontento» de la población frente a «la política de tensión» adoptada por el presidente sobre el escenario internacional y frente a la persistencia de graves problemas económicos. Tass no hacía ninguna valoración sobre el propio Reagan e indicaba que la URSS «está siempre lista a normalizar y desarrollar las, relaciones soviético-norteamericanas sobre la base de la coexistencia pacifica».

La elección de Reagan a la Presidencia de Estados Unidos, de otra parte, ha hecho soplar un viento de inquietud en la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE, que se celebra en Madrid, y cuyo tema principal es la distensión entre Este y Oeste.

El Gobierno saliente de Carter desea que la transición. esté marcada por una continuidad en materia exterior. El secretario de Estado, Edmund Muskie, ha dado órdenes a sus consejeros de preparar informes sobre los principales temas de política extranjera para documentar al equipo de Reagan.

Mientras Carter comienza ya a hacer las maletas con las que saldrá de la Casa Blanca el próximo mes de enero, Reagan prepara su equipo.

«La era Reagan», como titulan algunos periódicos norteamericanos, dará paso a un grupo de personalidades que aspiran, entre otros, a los siguientes cargos: secretario de Defensa, Henry Jackson (senador demócrata del Estado de Washington), o el general Alexander Haig (ex ayudante del presidente Richard Nixon y ex comandante en jefe de las fuerzas aliadas en Europa); secretario del Tesoro. Charles Walker, George Schultz y William Simon, los dos últimos, dirigentes en este puesto bajo las presidencias Nixon y Ford; secretario de Estado, Henry Jackson, de nuevo, junto con George Schultz y con menores posibilidades por sus implicaciones en casos poco claros en temas de comercio bajo la Administración Nixon- Richard Allen, uno de los «hombres de confianza» de Ronald Reagan en materia de relaciones exteriores. Estos eran anoche los favoritos en Washington.

Como secretario de Justicia suena William French, abogado privado de Reagan. Gaspar Weinberger podría ser el futuro secretario de Sanidad. Henry Kissinger podría volver a cargos importantes, tal vez «embajador volante», consejero de Seguridad o asesor presidencial.

Páginas 2 a 8 y, última Editorial en página 12

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