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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Algo más que una moda

EL NOMBRAMIENTO de Rosa Posada para sustituir a Josep Meliá al frente de la Secretaría de Estado para la Información ha agarrado a contrapié a la mayoría de la clase política y de la opinión pública.No se trata sólo, y ni siquiera fundamentalmente, de la novedad que supone, respecto a los hábitos inveteradamente masculinistas de los profesionales del poder en nuestro país, la entrada en el Consejo de Ministros de una mujer. Este aspecto del nombramiento es altamente elogiable precisamente porque no parece un tributo a las modas ni una resignada aceptación del signo de los tiempos. En efecto, el cargo así cubierto no- entra, en modo alguno, en esas especialidades femeninas con que, en otros ámbitos, se palía la semiforzosa incorporación de las mujeres a los más elevados centros de decisión, en aras de las apariencias igualitarias. La Secretaría de Información es un vástago, algo venido a menos en el organigrama estatal, del antiguo Ministerio de Información, ocupado en el pasado en varias ocasiones por caracteres broncos y nada amables. Hay que dar, por tanto, la enhorabuena al presidente Suárez por su acierto al no haber condicionado la excesivamente demorada entrada de una mujer en los Consejos de Ministros a esa apenas velada forma de discriminación que es la creación de una especie de reserva femenina dentro de la Administración pública para uso exclusivo de las damas.

Por lo demás, que Rosa Posada no ha sido elegida para su cargo a fin de cubrir una presunta cuota de presencia femenina en las alturas gubernamentales podría ser corroborado por la circunstancia de que su figura apenas se corresponde con el estereotipo de mujer más adecuado para los nuevos rumbos que los poderosos y casi huracanados vientos que soplan desde dentro y desde fuera sobre UCD desean marcar al Gobierno. Porque así como la prolija enumeración del número de hijos y de los apellidos de solteras de las esposas de los nuevos ministros después de cada crisis nunca ha sido calificada como una violación de su intimidad, tampoco el señalar que Rosa Posada es una madre de cuatro hijos separada de su marido -el diputado del PSOE por Guadalajara Leopoldo Torres- debe ser interpretado como una invasión de su vida privada. Antes bien, pone de relieve dos cosas: una liberalidad de ánimo más que elogiable en el nombramiento, por un lado, y por el otro, lo pequeño que resulta a veces el ámbito de la política.

Rosa Posada procede, por lo demás, de la extinguida Izquierda Democrática, aquel embrión de partido democristiano que se federó con el grupo apadrinado por Gil-Robles, y que pagó con una auténtica catástrofe electoral, en junio de 1977, tan desventurada alianza. Después de que los diputados de UCD, tal vez como forma de expresar su descontento contra la cúpula dirigente, han elegido a Miguel Herrero -cuya brillantez y capacidad para hacer política amparan opciones notablemente conservadoras en cuestiones relacionadas con lá educación y las costumbres- como portavoz de su grupo parlamentario, no deja de resultar significativo que el presidente Suárez haya aprovechado la ocasión al vuelo para contrapesar ese presumible escoramiento hacia la derecha de su partido con un nombramiento como el que comentamos, signo en muchas cosas del progreso de los tiempos.

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