Conflicto en la policía
Lo más lamentable de los sucesos protagonizados por algunos miembros del Sindicato Profesional del Cuerpo Superior de Policía es la imagen que estos servidores del orden proyectan en sociedad.No es Juan José Rosón, precisamente, un novato en la materia. Nadie podrá decir que desconoce los resortes que funciosan bajo un conflicto de estas características. Otro hecho es que el ministro se ha mostrado en todo momento favorable a la sindicación de los policías y ha reconocido públicamente las ventajas que de ello se derivan. En la práctica, ha sido siempre respetuoso y dialogante con las dos organizaciones sindicales que encuadran a estos trabajadores de la seguridad ciudadana: el Sindicato Profesional y la Unión de Policías.
No debe ser oro todo lo que reluce en el conflicto suscitado en el seno de la primera, cuando la segunda impugna públicamente la actuación del llamado Sindicato Profesional y se refiere incluso a motivaciones oscuras. Y no creemos necesario señalar que la Unión Sindical de Policías nada tiene que ver con la línea oficial del señor Rosón. Antes al contrario, ha deslindado su pronunciamiento y, en lo sindical, se muestra contraria a las sanciones impuestas por el ministro, lo cual entra dentro de una escrupulosa lógica sindicalista.
Sabido es que el tema tiene sus antecedentes. Desde el famoso «estamos dolorosamente hartos» -intromisión corporativa, aunque sólo perpetrada por unos cuantos en cometidos que no le, eran propios-, algunos miembros del Sindicato Profesional del Cuerpo Superior de Policía han incurrido en no pocas ilegalidades. La última ha sido formular una convocatoria de huelga claramente anticonstitucional -aquí y en el resto de Europa, con la excepción sueca- que, como se ha visto, ha tenido un respaldo insignificante.
Todo ello nos mueve a invocar la responsabilidad de tantos miembros del sindicato que, nos consta, repudian los audaces y desestabilizadores pronunciamientos de algunos representantes suyos. Por el bien de España, esa mayoría de dignos profesionales que aspiran a mejorar la calidad de su trabajo y la eficacia de su servicio, deben proponerse inmediatamente, sin caer en la coartada del falso compañerismo, la tarea de aislar a los elementos concretos que manipulan legítimas aspiraciones profesionales en beneficio de no se sabe bien qué intereses. Y mejor es que no tratemos de averiguarlo, para no encontrarnos con desagradables sorpresas.
25 de octubre.
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