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La duración y la complejidad caracterizan el proceso electoral norteamericano

El sistema electoral norteamericano se diferencia, en particular, de los métodos electorales de otras democaricas occidentales por su proceso largo y complejo. País donde se desconocen las crisis que provocan elecciones anticipadas, Estados Unidos cuenta con una «estabilidad» tradicional en sus mandatos presidenciales de cuatro años, casi siempre reelegidos por otro período de idéntica duración.Dos años antes de la fecha electoral, siempre el primer martes de la primera semana del mes de noviembre -este año el día 4-, comienzan las grandes maniobras políticas entre los aspirantes a la Casa Blanca, residencia del presidente de EE UU, situada en Washington.

En realidad los líderes de cada uno de los grandes partidos tradicionales, Demócrata y Republicano, buscan el apoyo de sus fracciones en el interior del partido para lanzarse a la larga y compleja carrera electoral. El cargo de senador, congresista o gobernador es casi siempre un paso previo a toda aspiración presidencial.

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Diez meses antes de la elección propiamente dicha comienzan las elecciones primarias o para representantes (caucus) que, de enero a junio, llevarán los principales candidatos de un lado a otro del enorme país. Se celebran primarias, o caucus, en los cincuenta Estados de la Unión, más el distrito de Columbia, sede de Washington capital, y los dos Estados asociados: Puerto Rico e Islas Vírgenes.

A lo largo de las primarias se define, por voto popular, la preferencia del candidato de cada partido que quedará mejor situado ante la Convención Nacional, órgano que elige su candidato a la elección presidencial. El republicano Ronald Reagan ganó holgadamente su nombramiento, durante la convención celebrada en Detroit, del 14 al 17 de julio. El presidente demócrata Jimmy Carter ganó, con cierta dificultad, frente a su rival el senador Edward Kennedy, en la Convención Nacional celebrada en Nueva York, del 11 al 14 de agosto.

La convención no es un requisito imprescindible para acudir a la elección presidencial. La prueba de este año la constituye el congresista John Anderson. Ante la escasa posibilidad de ser nombrado por la convención de su partido, Anderson decidió acudir bajo la etiqueta de «independiente». Bastó recoger las firmas necesarias -cuyo número varía según Estados- para quedar inscrito en la elección presidencial.

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Idéntico sistema siguen los candidatos de media docena de partidos minoritarios, que cubren un abanico que va de la extrema derecha hasta la débil izquierda norteamericana.

Para votar en EE UU es necesario estar registrado y ser mayor de 18 años. Sólo el 54% de las personas en edad de voto, calculadas en unos 150 millones, acudieron a las urnas en 1976, dando un fenómeno de abstención muy importante.

El voto popular el día de la elección se transmite automáticamente a una mayoría simple en cada Estado, que concede la victoria a los «votos electorales», proporcionales a la población y al número de congresistas que tiene cada Estado. Es necesario ganar por una mayoría simple de 270 votos electorales, de un total de 538, para ser nombrado presidente de Estados Unidos.

Puede darse el caso -se dio en el pasado- de ganadores con mayoría escasa en número de votos totales, pero que perdieron en votos electorales, en función de las victorias en los Estados de la Unión. California cuenta con el mayor número de votos electorales (45), y Alaska, Nevada, Wyoming, Vermont y Dakota del Norte aportan cada uno sólo tres votos electorales.

En función del voto popular que determina los votos electorales del 4 de noviembre, el 15 de diciembre se reunirán en la capital de cada Estado los colegios electorales, para contabilizar los votos. Se enviarán al Congreso el 6 de diciembre para aprobar oficialmente la elección. El equipo ganador, presidente y vicepresidente, toma posesión de su cargo y define su programa político el 20 de enero ante el nuevo Congreso, como máximo dirigente del país, para un período de cuatro años, entre enero de 1981 y enero de 1985.

Cara al futuro, muchos politólogos estadounidenses se interrogan sobre la viabilidad de un sistema tan largo y complicado como el actual, que crea un ambiente de cansancio entre el electorado. Pero que parece justificarse por la tradición histórica de mantener una democracia directa, a través de los delegados de las primarias.

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